Estrella roja by Alexander Bogdánov

Estrella roja by Alexander Bogdánov

autor:Alexander Bogdánov [Bogdánov, Alexander]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: ePubLibre
publicado: 1908-01-01T00:00:00+00:00


V. El hospital

Estaba muy cansado cuando regresé a casa. Tras dos noches sin dormir y un día de absoluta incapacidad para realizar ningún trabajo, decidí ir a ver a Netti. No quería ponerme en las manos de un médico desconocido.

Netti trabajaba durante las mañanas en el hospital, y lo encontré allí durante las horas de visita. Cuando Netti me vio en la sala de espera de inmediato vino a mi encuentro, examinó mi cara con atención, me tomó de la mano y me condujo a una habitación pequeña cercana, donde las suaves luces azules se mezclaban con el agradable aroma de desconocidos perfumes, y nada rompía el silencio. Entonces me sentó con cuidado en un sillón mullido y dijo:

—No pienses en nada, no te preocupes por nada. Me encargaré de todo hoy. Relájate, regresaré en seguida.

Salió y no pensé en nada, y no me preocupé por nada, porque Netti se había llevado todos mis pensamientos y preocupaciones. Esto resultaba extremadamente agradable, y tras uno cuantos minutos me dormí. Cuando desperté Netti estaba delante de mí otra vez y me miraba sonriendo.

—¿Te sientes mejor ahora? —preguntó.

—Me siento bien del todo, y tú eres un doctor excelente —contesté—. Ve a ver a tus enfermos, y no te preocupes por mí.

—Mi trabajo por hoy se ha terminado. Si quieres te enseñaré el hospital.

Me pareció una sugerencia interesante, y nos pusimos en marcha para recorrer el alto y hermoso edificio.

Los enfermos estaban divididos en casos quirúrgicos y nerviosos. La mayoría de los casos quirúrgicos eran víctimas de accidentes con maquinaria.

—¿Es posible que vuestras fábricas y talleres no sean lo suficientemente seguras? —pregunté a Netti.

—La seguridad completa, lo cual significa la imposibilidad de accidentes, es algo que puede afirmarse que no existe. Pero estos enfermos provienen de una región con más de dos millones de habitantes. Un par de docenas de accidentes en una región de ese tamaño no son muchos. Lo más frecuente es que sean trabajadores recién cualificados, que todavía no se sienten completamente seguros de cómo han sido construidas las máquinas con las que trabajan. Nosotros amamos ser transferidos de una forma de producción a otra. Los especialistas, los investigadores y los artistas, son personas particularmente predispuestas a ser víctimas de su despiste. En ocasiones su atención divaga, sueñan despiertos, o se pierden en contemplaciones.

—Y las enfermedades nerviosas, supongo que derivan del exceso de trabajo.

—Sí, hay unas cuantas de esas. Pero no menos importantes son las que provienen de crisis sexuales o de otros trastornos emocionales, tales como la muerte de alguien cercano.

—¿Y hay casos nerviosos aquí con pérdida de conciencia?

—No, esos enfermos tienen su propio hospital. Necesitas condiciones especiales si un enfermo pudiera hacerse a sí mismo o a otra persona algún daño.

—¿Utilizáis la fuerza con vuestros pacientes?

—Solo cuando es absolutamente necesario, como entenderás.

—Esta es la segunda vez que he encontrado la fuerza en vuestro Mundo. La primera vez fue en la Casa de los Niños. Dime: siendo capaces de expulsar la violencia de vuestra vida, ¿cómo es posible que la



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