Espejismo by Teresa Cameselle

Espejismo by Teresa Cameselle

autor:Teresa Cameselle [Cameselle, Teresa]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, romántico
publicado: 2012-12-31T16:00:00+00:00


9

—Parece que estás disfrutando mucho con nuestras vacaciones en el campo.

Terry cerró el libro que estaba leyendo —Orgullo y prejuicio, ahí estaban los tomos desaparecidos de la biblioteca de Max— y miró a su hermana con una sonrisita presuntuosa. Jordan le sacó la lengua, tratando de ignorarla mientras peleaba con los cierres de su vestido.

—Risas en el desayuno, paseos por el campo cogidos del brazo, flores en el pelo…

Encima del escritorio había una margarita. Terry la cogió y acarició sus pétalos.

—Sé por una vez una auténtica doncella y ayúdame con el corpiño —la regañó Jordan, mirando de reojo cómo su hermana dejaba la flor de nuevo en su sitio.

Recordó que Max la había recogido cerca del río, se la había colocado sobre la oreja y luego había afirmado que su belleza abrumaba a la pobre florecilla.

Por fortuna, no había intentado besarla de nuevo desde aquel breve intervalo el domingo anterior, bajo el roble. Sin embargo, a veces lo descubría mirándola con una intensidad que casi la asustaba. Y su cuerpo, traidor, reaccionaba de la más vergonzosa de las maneras ante su sensual escrutinio.

—¿Quieres que deshoje la margarita por ti? —se burló Terry, abrochándole el vestido con presteza—. Te quiere, no te quiere…

—¡Terry!

—¡Jordan!

—Eres malvada.

—Y tú te estás olvidando de quién eres. Y de quién es él.

—Lo sé.

Jordan se miró en el espejo, abatida. Su vestido era perfecto, elegante a la par que discreto, para no abrumar a los invitados a la cena con sus elegantes galas de ciudad; su peinado, impecable; sus mejillas, deliciosamente sonrosadas, y sus ojos, brillantes… y tristes.

Sí, Max la deseaba, pero si ella dejaba caer la máscara, si en un momento de debilidad le confesaba toda la verdad, la echaría de su lado con todo el desprecio de un hombre ultrajado.

—Se acaba el tiempo.

—Sí.

—Cumpliré con nuestra promesa a Betsy; no lo dudes ni un momento.

Y salió de la alcoba, dejando a su joven hermana sumida en un mar de dudas y preocupaciones.

A la cena se había unido también el anciano doctor White, el tío de Brandon, todo un personaje, con su abundante cabello de un extraño color entre blanco y amarillo, sus gruesos lentes y su nariz bulbosa y enrojecida, sin duda producto de su notable afición al jerez. Antes de que fuera servida la cena ya había ingerido tres copas.

—Doctor White, espero que no le parezca mal si le pido a su sobrino que venga a la casa a reconocer a mi hija —dijo Peter Hershey al anciano, tras las oportunas presentaciones y algunos minutos de charla insustancial—. Ya sabe cuánto valoro su experiencia, y sin duda el joven doctor White estará de acuerdo en su diagnóstico y recomendaciones, pero…

—No insista, Hershey —barbotó su interlocutor, alargando la copa para que Max volviera a llenársela—. Ya le he dicho que su hija no tiene ningún mal, más allá de las típicas debilidades femeninas.

—Tío, no creo que…

—No me interrumpas, joven, y escucha a tus mayores; sólo así conseguirás llegar a merecer ese título de medicina que con tanto orgullo luces.



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