Eso no estaba en mi libro de Historia del Cine by Javier Ortega

Eso no estaba en mi libro de Historia del Cine by Javier Ortega

autor:Javier Ortega [Ortega, Javier]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Divulgación, Cinematografía
editor: ePubLibre
publicado: 2021-04-20T00:00:00+00:00


Steven Spielberg, el cazador de sueños

Hay cineastas que hablan al intelecto de su público. Otros, por el contrario, se asemejan más bien a técnicos aventajados, capaces de ensamblar con destreza efectos especiales y escenarios aparatosos con el único fin de divertir al espectador. Pero hay asimismo una corriente de cineastas que, aunando ambas tendencias, logran forjar películas idóneas para ser disfrutadas por una gran audiencia que, al tiempo que resultan extremadamente amenas, están cargadas de lecturas y significados. Steven Spielberg es a nuestro parecer el más talentoso de ese grupo de cineastas de la tercera fase. Sus películas nos han llevado de las oscuras simas del océano al exuberante País de Nunca Jamás; de las arenas de Normandía a islas pobladas por dinosaurios redivivos; del horror de los campos de exterminio nazis al encuentro con alienígenas compasivos. El último tercio del siglo XX habría sido más anodino de no ser por su fulgurante irrupción.

Spielberg no fue un lector modélico. Su formación esencial se la proporcionaría el cine (y, en menor medida, la televisión). Durante la etapa escolar se pasaba las clases dibujando en los márgenes de los libros de texto y urdiendo artimañas con las que persuadir a sus compañeros de aula para que aparecieran en sus películas caseras. En la actualidad es un ávido lector de biografías y manuales de historia, amen de los relacionados con su oficio.

Sus películas están cargadas de magia, de una inventiva que transporta al espectador a un universo distante de la realidad, en lo que podría calificarse como una consagración del escapismo. Mediante el cine se exorcizan temores, se soslaya la gris rutina y se accede a un reino encantado (como el País de Nunca Jamás de Barrie) en el que cualquier sueño parece factible.

De este modo la obra de Spielberg se inserta en la más añeja tradición de Hollywood (recordemos, «la fábrica de sueños»); un Hollywood que, sin embargo, no atraviesa a principios de los setenta su momento de mayor esplendor. La influencia del cine europeo, de un contenido social más acentuado, deja su huella en numerosos cineastas americanos (amigos y compañeros de generación del propio Spielberg, caso de Scorsese o Coppola). De ahí el enorme impacto que suscitan los primeros trabajos de Spielberg y Lucas. Responden a una noción del medio cinematográfico que, en ese momento histórico, no es la predominante ni resulta, por así decirlo, políticamente correcta.

Spielberg se revela muy pronto un artesano prodigioso. Su dominio de la técnica solo es comparable al de Hitchcock y, como a este, le permite manipular las emociones del público a su antojo (lo que lejos de ser un defecto constituye todo un elogio para cualquier cineasta que se precie). Su primer mandamiento es el de entretener (y es notorio que, salvo contadas excepciones, lo logra holgadamente); pero se considera capaz de hacerlo sin renunciar por ello a transmitir aquellos contenidos que, como creador, considera valiosos y dignos de ser divulgados. Lo que no hace nunca es sermonear a su público; adoctrinarle desde el sopor de un producto carente de fuerza, de atractivos.



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