Esmeraldina, la pequeña fantasma by Ledicia Costas

Esmeraldina, la pequeña fantasma by Ledicia Costas

autor:Ledicia Costas [Costas, Ledicia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2015-12-31T16:00:00+00:00


—Pero tú no estás muerto.

Entonces movió nuevamente la cabeza, esta vez de izquierda a derecha. Llevó la punta del dedo índice a la boca y luego señaló a Amancio y a Lilí, queriendo decirnos que no podía hablar delante de ellos, y se fue caminando detrás de la espantafantasmas, como si fuese su sombra.

—¡Recínfanos! —le dije a lady Horreur, observando cómo se alejaba el chico—. Un niño que ve masas fantasmales. Nunca pensé que la vida de los fantasmas fuese tan activa.

—Quegggrrás decigggr la muegggrte de los fantasmas, no la vida. Tengo que gggreconocegggr que la mía egggra muy tgggranquila, hasta que llegaste tú.

—Ese era el trato, ¿no? Tú me enseñabas a ser fantasma y a cambio tus días dejarían de ser tan aburridos. Venga, vamos a echar un vistazo. ¿No tienes curiosidad por conocer los métodos de la espantafantasmas?

—¡Clagggro que sí!

Aquel día fue verdaderamente intenso. Lilí y el chico, que resultó ser su nieto, abrieron sus maletines y sacaron toda clase de aparatos. Empezaron con una especie de pieza cilíndrica llamada estetoscopio. La espantafantasmas lo ponía en las paredes y pegaba el oído, para ver si escuchaba algo misterioso desde el otro lado. ¡Con lo sencillo que sería entrar en el cuarto y llamar en voz alta al fantasma! Más de uno estaría encantado de manifestarse si con eso les daba un buen susto.

El niño de las pecas se limitaba a tomar notas con una pluma en un cuaderno de tapas negras, siguiendo las indicaciones de su abuela. Tenía una letra muy pequeña y graciosa, como hormiguitas formando una hilera.

—Aquí parece no haber actividad —comentó Lilí, adoptando un tono solemne de científica prestigiosa—. Antoine, acércame el termómetro. Vamos a pasar a la segunda fase.

La espantafantasmas colocó el termómetro debajo de la puerta y esperó con cara de concentración varios minutos a que el mercurio marcase la temperatura.

—Nada. Temperatura normal.

Y Antoine anotó en el cuaderno: Habitación n.º 21: audición normal. Temperatura normal. No se detecta actividad.

Además de escuchar a través de las paredes y tomar la temperatura, la espantafantasmas llevó a cabo otras maniobras, como emplear un péndulo para medir las vibraciones de las distintas estancias. Pese a todos esos artefactos, los resultados no parecían muy fiables. De hecho, si funcionase, el termómetro se dispararía con mi presencia y la de lady Horreur, y el péndulo se movería en algún sentido.

—No entiendo nada —reconocí después de ver cómo trabajaba Lilí—. ¿No sería más fácil que le preguntase directamente al chico?

—¿Pogggr qué lo dices?

—Porque él sabe de sobra dónde hay fantasmas y dónde no.

Entonces Antoine, que había escuchado mis palabras perfectamente, miró hacia mí y me guiñó un ojo.

—¡Esto ya pasa de castaño oscuro! —gritó lady Horreur, echándose dos patas a la cabeza—. Está jugando con su abuela.

—Tiene que haber alguna razón para que se comporte así —le dije muy bajito a Lady, para que él no pudiese escucharme.

Justo en ese momento, el péndulo que sostenía Lilí empezó a girar a toda velocidad. Estábamos delante del cuarto donde se alojaba Tormento de Arena, el muerto que giraba y giraba sin parar enganchado a la inercia de un tornado.



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