Escuela de robinsones by Jules Verne

Escuela de robinsones by Jules Verne

autor:Jules Verne [Verne, Jules]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1882-11-08T16:00:00+00:00


Los utensilios de casa se reducían aún a algunas grandes conchas de bivalvos que servían de vasos y platos. Verdad es que para el género de alimentación al que los huéspedes de Will-Tree estaban reducidos, no hacía falta más. Había también lo del lavado de la ropa en el agua clara del río, lo que ocupaba los ratos libres de Tartelett.

Es a él a quien incumbía esta tarea. Por otra parte, no se trataba sino de dos camisas, dos pañuelos y dos pares de calcetines, que componían todo el guardarropa de los náufragos. De esta suerte, durante esta operación Godfrey y Tartelett se hallaban únicamente vestidos con pantalón y chaqueta; pero con el Sol ardiente de esta latitud todo se secaba pronto.

Estuvieron así, sin tener que sufrir de la lluvia ni del viento, hasta el 3 de julio.

La instalación era ya casi aceptable, dadas las condiciones de desamparo en que Godfrey y Tartelett habían sido arrojados sobre esta isla. No obstante, precisaba no olvidar las oportunidades de salvación, que no podían venir sino del exterior. De acuerdo con esto, Godfrey cada mañana iba a observar el mar en toda la extensión de este sector que se desarrollaba del este al noroeste, por encima del promontorio. Esta parte del Pacífico estaba siempre desierta. Ni un buque, ni una barca de pesca, ni una humareda destacándose en el horizonte e indicando a lo largo el paso de algún vapor. Parecía como si la isla Phina estuviese fuera de los itinerarios del comercio y el transporte de viajeros. Había pues que esperar pacientemente, confiándose al Todopoderoso, que jamás abandona a los débiles.

Entre tanto, cuando las necesidades inmediatas de la existencia le permitían algún respiro, Godfrey, empujado sobre todo por Tartelett, retornaba a aquella importante e irritante cuestión del fuego. Intentó de nuevo reemplazar la yesca, que le había hecho tan mala partida antes, por otra materia análoga. Ahora bien, era posible que algunas variedades de hongos que crecían en el hueco de viejos árboles, después de haber sido sometidos a un secado prolongado, pudiesen transformarse en una especie combustible. Varios de estos hongos fueron pues recogidos y expuestos a la acción directa del Sol hasta que quedaron reducidos a polvo. Tras ello, con el revés de su cuchillo, trocado en encendedor, Godfrey hizo saltar de un sílex algunas chispas que cayeran sobre esta substancia… Fue inútil. La materia esponjosa no produjo fuego… Godfrey tuvo entonces la idea de utilizar este fino polvillo vegetal, seco desde hacía tantos siglos, que había encontrado sobre el suelo de Will-Tree. Tampoco tuvo éxito. Probando otros recursos, trató todavía de procurar por medio del eslabón el encendido de una especie de esponja que crecía entre las rocas.

Igualmente fracasó en ello. La partícula de acero, encendida con el choque del sílex, caía sobre la substancia, pero se apagaba inmediatamente.

Godfrey y Tartelett se desesperaron realmente. Pasarse sin fuego era imposible. De estos frutos, de estas raíces, de estos moluscos, empezaban a cansarse, y sus estómagos no tardarían en mostrarse absolutamente refractarios a este género de alimentación.



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