Escritos corsarios by Pier Paolo Pasolini

Escritos corsarios by Pier Paolo Pasolini

autor:Pier Paolo Pasolini [Pasolini, Pier Paolo]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1974-12-31T16:00:00+00:00


18 de febrero de 1975

LOS NIXON ITALIANOS[37]

He visto en la televisión durante algunos instantes la sala en que se había reunido el consejo de los poderosos democristianos que nos gobiernan desde hace cerca de treinta años. De las bocas de aquellos viejos hombres, obsesivamente iguales a sí mismos, no salía una sola palabra que tuviese alguna relación con lo que nosotros conocemos y vivimos. Parecían asilados que desde hace treinta años habitasen un universo concentracionario: había algo de muerto hasta en su propia autoridad, cuyo sentimiento, de todas formas, expiraba todavía en sus cuerpos. Los llamados de Fanfani al ancien régime, plenos de ampulosa falta de prejuicio, eran de tal manera faltos de sinceridad que rozaban el delirio; los jóvenes descritos por Moro eran fantasmas como pueden ser imaginados sólo desde el fondo de un foso de serpientes; el silencio de Andreotti estaba desleído por una sonrisa cerúlea de astucia terriblemente insegura y más bien tímida sin reparos…

Precisamente Andreotti. Y es a su respuesta que debo contestar. Naturalmente no sin titubeos. Lo que temo es que me haya arrastrado a propósito a su pantano, con la habilidad que es natural al poder. Por lo tanto, si en este pantano gris, yo le respondo, le hago el juego.

Si no contesto, sin embargo, no hago mi juego.

¿En qué consistiría la habilidad de Andreotti (si existe)? En haber contestado a un artículo que yo no he escrito. En efecto; a mí no podría siquiera ocurrírseme escribir algo que concierna al mal gobierno o al desgobierno. Hay centenares de periodistas y de políticos, mucho más informados que yo, que escriben precisamente y desde hace treinta años, sobre el mal gobierno y el desgobierno democristiano. Andreotti, según la hipótesis que estoy aquí formulando, habría fingido incluirme entre los que escriben del mal gobierno y del desgobierno democristiano, y en consecuencia habría escrito una fingida defensa de oficio. En este «juego de ficciones» yo no tendría más remedio que perderme.

Quiero en cambio excluir —al menos por ahora— esta muy atendible hipótesis del «juego de las ficciones» en el cual Andreotti me habría, no sin cortesía, empantanado: quiero aceptar la carta de su contestación, quiero creer en su sinceridad. Quiero creer que aunque hablando con él a solas —y con la hipotética certidumbre de su buena fe— él me habría dado la respuesta que me ha dado públicamente en el «Corriere della Sera».

En este caso él no habría fingido no haber comprendido lo que yo he escrito a propósito de la Democracia Cristiana: él no habría realmente comprendido lo que yo he escrito.

¿En qué consiste, en efecto, honestamente, su defensa de la Democracia Cristiana (la cual, en este sentido, no he soñado nunca atacar)? Consiste en una larga, previsible y diligente lista de méritos, precisamente de la Democracia Cristiana. Esta lista no carece, técnicamente, de un cierto allure litúrgico: se sabe que todas las religiones tienen debilidad por las listas, cuyo esquema es el mandamiento, la letanía, el rosario. Lo que favorece en cierto sentido a Andreotti,



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