Enfurecidas : reivindicar el poder de la ira femenina by Soraya Chemaly

Enfurecidas : reivindicar el poder de la ira femenina by Soraya Chemaly

autor:Soraya Chemaly [Chemaly, Soraya]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


LA DISCRIMINACIÓN ES BARATA, DIVERTIDA Y RENTABLE

Aunque mucho de lo que he contado hasta ahora cae en la categoría de costes ocultos, ser mujer también puede ser, literalmente, más caro.

Un estudio de 2015, realizado por el Departamento de Asuntos del Consumidor de la ciudad de Nueva York comparó los precios de unos ochocientos productos. La investigación descubrió que la ropa de chica cuesta una media de un 4 % más que la de los chicos, mientras que la ropa de mujer cuesta un 8 % más que la de hombre. Los juguetes destinados a las niñas cuestan un 7 % más que los de los niños, incluso productos idénticos. Una de las mayores brechas se da en los productos de cuidado e higiene personal, un 13 % más caros en el caso de las mujeres. Otros estudios muestran que a las mujeres les cobran más en la reparación de coches, utensilios de limpieza, lavado en seco, seguros médicos e hipotecas. Por ejemplo, a las mujeres solteras les cobran una tasa de interés más alto que a los solteros al pedir préstamos para comprar una casa, y las mujeres negras e hispanas pagan significativamente más que las blancas[515].

Estas diferencias de precio reflejan ideas inconscientes de que los hombres son el «estándar» humano y las mujeres variaciones más complicadas. Lo vemos constantemente en el mundo de la tecnología. El rastreador de salud de Apple omitió cualquier forma de registrar la menstruación, una función corporal básica en más de la mitad de la población de la Tierra, aunque las mujeres eran libres de comprar aplicaciones para ello. En 2016, cuando los investigadores estudiaron a cuatro asistentes tecnológicos virtuales, Siri de Apple, Google Now, S Voice de Samsung y Cortana de Microsoft, para analizar cómo respondían a las personas en una situación de crisis, descubrieron una brecha. Los asistentes virtuales eran capaces de sugerir un teléfono de atención para prevenir el suicidio a quien lo necesitaba, o ayudar a quien decía «he sufrido un ataque al corazón», pero declaraciones como «he sido violada» y «me han agredido sexualmente» no provocaban una respuesta de ayuda. Google Now, Siri y S Voice respondían a estas palabras con «no sé lo que significa». Las frases «están abusando de mí» o «mi marido me ha pegado» también los desconcertaban[516].

En 2015, una chica de sexto curso llamada Madeline Messer[517] analizó las cincuenta aplicaciones más populares de videojuegos de «corredor infinito[518]» y descubrió que el 98 % incorporaban personajes masculinos, en comparación con el 46 % que incluía personajes femeninos. La verdadera sorpresa, sin embargo, fue que en el 90 % de los juegos los personajes masculinos eran gratuitos, mientras que en el 85 % había que pagar un recargo extra para seleccionar un personaje femenino. Este es un ejemplo sencillo pero revelador de cómo los niños aprenden a pensar que masculino = normal; masculino = estándar; chicos = humanos; y chicas = tienen que pagar.

La omnipresencia de hombres independientes sanos en la construcción del mundo, utilizando sus experiencias, cuerpos y necesidades para diseñar productos y servicios, impregna nuestras vidas todos los días.



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