En los tiempos de la reina de Persia by Joan Chase

En los tiempos de la reina de Persia by Joan Chase

autor:Joan Chase [Chase, Joan]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1983-01-01T00:00:00+00:00


* * *

Sólo cuando subimos los peldaños de madera de la terraza trasera y entramos en la casa comprendemos que hemos estado por ahí muchísimo tiempo. Olemos a cebolla frita. Tía Grace está absorta, yendo de una punta a otra de las dos piezas de la cocina, porque los hornillos están en el cuarto más grande, el de la mesa, y el fregadero y la nevera en el pequeño que hace de despensa, mientras que las estanterías se reparten por todas partes. Todo el mundo está a la mesa. Esperando. Cuando Neil entra y se sienta, todavía con el sombrero de paja puesto, es como si todos se distendieran y pusieran tensos a la vez, preparándose a hacerle frente. Al pasar junto a tía Grace en busca de una copa, le deja caer un cubito de hielo por el escote del vestido y ella chilla y se contorsiona para que caiga, y luego sale del cuarto para quitárselo. Todos reímos como locos.

Desde el patio, Rossie nos grita a las cuatro que salgamos. «Eh, tengo una nueva joya que quiero enseñaros». Parece amigable y dejamos que hable de cerca, igual que atraemos a Reinita con un puñado de pienso cuando queremos montarla. Quiere que admiremos la nueva canica que ha ganado jugando. Nosotras no comprendemos sus humores.

«De veras», dice. Está frente a nosotras con la mano extendida. Nosotras seguimos portándonos como caballos de tiro, removiéndonos nerviosas, sin pestañear, asustadas incluso de las sombras. Entonces él vacía toda la bolsa de canicas y nos engancha. Ruedan y giran, son preciosas, unas transparentes como joyas y otras con cristales astillados que parecen azúcar o chorreones de leche. Nos impresiona que tenga tantas, y la joya es enorme. Nos impresiona todavía más al regalarnos una a cada cual, dejándonos escoger. De nuevo amamos, y sentimos deseos de velar por él, a este muchacho abandonado y sin padre.

Él quiere enseñarnos un nuevo truco. Se tiende en la hierba y levanta las rodillas. Su plan consiste en que nos sentemos en sus pies y él nos paseará arriba y abajo, una y otra vez. Quiere que Jenny sea la primera porque es su favorita por ser tan sensata. Todas hacemos turnos y nos gusta mucho, de modo que cuando ofrece a una de nosotras una voltereta como Dios manda, todas queremos. Celia es la primera; le pide que tenga cuidado y le da las manos. Lo siguiente que vemos es a Celia por los suelos a cierta distancia, como si hubiera ido volando. Ahora está inmóvil.

«La has matado», decimos nosotras, y nos acercamos a Celia. Abre los ojos cuando nos volcamos sobre ella. «¿Qué ha pasado?». Su voz suena cavernosa. Creemos que está fingiendo, que trata de llamar la atención. «¿Cómo que qué ha pasado? Estabas haciendo el truco». Nos dan ganas de pegarle.

Tiene la cara muy blanca y no contesta. «No seas tonta», le decimos, y nos tendemos junto a ella en la hierba, a ver venir el atardecer, su color lavanda entre las ramas oscuras.



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