El voto femenino y yo: mi pecado mortal by Clara Campoamor
autor:Clara Campoamor [Campoamor, Clara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Ciencias sociales
editor: ePubLibre
publicado: 1936-04-30T16:00:00+00:00
OPINIONES
«¡Queda aprobado el artÃculo 34!», dijo el señor Barnés, que presidÃa. «El resultado de la votación âconsigna el Diario de Sesionesâ es acogido con aplausos en unos lados de la Cámara y con protestas en otros. Un señor diputado: ¡Viva la República de las mujeres! Varios señores diputados pronuncian palabras que no se oyen claramente por el ruido que hay en el salón».
¡Viva la República de las mujeres!, grita en el Parlamento un diputado al aprobarse el sufragio universal. ¡Cuánto miedo inútil! Las mujeres van a seguir siendo tan buenas las pobrecitas, como dirá después socarronamente el conde de Romanones, que seguirán votando a los hombresâ¦
¡Qué algarabÃa provocó la votación! En el hemiciclo y, sobre todo, en los pasillos, estallaba ya sin reparos la nerviosidad, más o menos contenida, durante dos tardes dedicadas a buscar la derrota del sufragio femenino o la devolución del dictamen. Los diputados se increpaban unos a otros. A causa de esta excitación me increpaban también a mÃ. Quiero confiar, no a mÃ, sino a textos periodÃsticos, el reflejo del momento:
La concesión del voto a las mujeres, acordada ayer por la Cámara, determinó un escándalo formidable, que continuó luego en los pasillos. Las opiniones eran contradictorias. El banco azul fue casi asaltado por grupos de diputados que discutÃan con los ministros y daban pruebas de gran exaltación⦠Es posible que la trascendental votación de anoche tenga consecuencias graves en otro orden nacional. (La Voz, de 2 octubre).
Los comentarios después del resultado otorgando el voto a la mujer fueron muy apasionados. En los pasillos los radicales y algunos radicales socialistas anunciaban que, como represalia, no harÃan ninguna concesión cuando llegue el momento de discutir las relaciones entre la Iglesia y el Estado, llegando incluso a la rebeldÃa con los jefes si ordenaban cosa que se opusiera a este propósito. Los diputados discutÃan con varios ministros la votación, y se distinguÃan en su apasionamiento los radicales socialistas y los radicales, que estimaban que la concesión del voto a la mujer es un gran peligro para la República. (El Sol, de 2 de octubre).
A última hora la atención de la Cámara se concentró en la discusión del artÃculo 34⦠Levantada la sesión los ánimos se acaloraron mucho. (Heraldo de Madrid, del 1.)
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