El viento conoce mi nombre by Isabel Allende

El viento conoce mi nombre by Isabel Allende

autor:Isabel Allende [Allende, Isabel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-06T00:00:00+00:00


* * *

Dora Durán, la célebre abuela de Selena, tenía sesenta y seis años y seguía pegada al estilo de hacía cuatro décadas. Por curiosidad, Frank la había buscado en internet, donde encontró una página web, entrevistas y vídeos sobre sus aciertos de vidente. Se teñía el pelo de negro y usaba un exceso de pintura en los ojos; como contraste, la madre de Selena, veinte años más joven que ella, iba con vaqueros, un suéter suelto y sin maquillaje. La imponente presencia de Dora hacía tan invisible a su hija que Frank no captó su nombre y Selena tuvo que repetírselo un par de veces: Casandra. El padre de Selena, mucho mayor que su mujer, había muerto cuando Selena y su hermana Leila tenían cuatro y seis años respectivamente. Casandra guardó luto durante un par de meses y después se inscribió en la universidad, donde obtuvo su título de técnica superior en laboratorio clínico. Desde entonces era el sostén de la familia; ella pagaba las cuentas, pero tenía muy poco poder de decisión.

La familia Durán —mamagrande, Dora, Casandra y Selena— le recordaba la suya a Frank, con la diferencia de que eran todas mujeres. Se trataban entre ellas con la misma ternura brusca de los Angileri, la misma lealtad incondicional, confianza absoluta y nada de sentimentalismo. Las Durán, siendo distintas a las mujeres Angileri, tenían características comunes: eran fuertes, prácticas y directas, como su madre y sus hermanas, y también como ellas, prodigaban hospitalidad. La casa de las Durán en Los Ángeles se parecía a la de sus padres en Brooklyn: pequeña, atiborrada de muebles y objetos baratos, cálida, olorosa a comida y café. En esa mesa, compartiendo un despliegue de platos hechos en casa, bebiendo cerveza y tequila, mientras todas hablaban al mismo tiempo, bromeando y riéndose, se sintió totalmente a gusto. Conocía las claves de la convivencia de esas mujeres.

La idea de ir a El Salvador en busca de Marisol Díaz fue de Frank. No se lo hubiera confesado a nadie, pero se le ocurrió cuando supo que Dora Durán no había recibido ningún mensaje de ella desde el Más Allá. Con la esperanza de que su abuela pudiera ayudarla a ubicar a Marisol, Selena le había mostrado la foto que existía en el informe del oficial de asilo y otras de Anita, pero Dora quiso conocer personalmente a la niña. Su nieta la llevó a Arizona y consiguió que la admitieran en el albergue, aunque las visitas estaban prohibidas, y pudo pasar un rato con ella. Quedó muy impresionada.

—Creo que Anita tiene un don, pero no es como el mío. Tal vez se le manifieste en el futuro, cuando esté un poco mayor —le dijo a Selena después de la visita.

—¿Por qué piensa eso, abuela?

—Anita puede ver lo invisible, puede imaginar el futuro, puede adivinar lo que vendrá.

—Vive en su mundo, habla sola, tiene mucha imaginación —le explicó Selena.

—Creo que se transporta a otra dimensión. Sentí su poder. Cuando le tomé las manos, me transmitió su fuerza.



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