El valle de la luna by Jack London

El valle de la luna by Jack London

autor:Jack London [London, Jack]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 1913-04-23T05:00:00+00:00


XVII

Saxon durmió durante toda la noche sin la más mínima interrupción, y tampoco soñó, y se despertó de la manera más natural del mundo, sintiéndose muy descansada por primera vez desde hacía mucho tiempo. Creyó que era la misma de antes, como si una opresión le fuera quitada de encima, o como si la sombra que se interponía siempre entre ella y el sol hubiera desaparecido enteramente. Sentía la mente clara, despejada. Aquella chapa de hierro imaginaria que la oprimiera antes ya no existía más. Se sintió contenta, y comenzó a canturrear mientras dividía el montón de pescados para repartirlos entre la señora Olsen, Maggie Donahue y ella misma. Le gustó quedarse charlando con las vecinas, y al regresar a su casita se entregó gozosamente a la tarea de arreglarla, ya que estaba bastante descuidada. Mientras trabajaba canturreaba algo muy por lo bajo y, constantemente, tenía ante sus ojos aquellas palabras mágicas y refulgentes que el muchacho había pronunciado: «Oakland es justamente un lugar para la partida, para…».

Y todo parecía muy claro, como si estuviese impreso. Su problema y el de Billy era, al fin de cuentas, tan simple como uno de aritmética de los que enseñaban en la escuela, o tanto como alfombrar una habitación de determinadas dimensiones, o como empapelar una habitación de tantos pies de alto y de largo. Reconocía que había estado mal de la cabeza, que había sufrido extraños lapsus; que había sido irresponsable, sí, eso era cierto; y todo se había producido por las dificultades que no trató de buscar sino que se presentaron contra su propia voluntad. Y el caso de Billy era precisamente el suyo. También él se había conducido de una manera extraña porque no era responsable. Y todas las dificultades se producían porque había trampa en el mundo. Sí, Oakland era un buen lugar para la partida …

De pronto pasó revista a todos los acontecimientos que se habían sucedido durante su vida matrimonial. Las huelgas y los tiempos difíciles eran los responsables de todo. Por ejemplo; si no hubiese sido por la huelga de los obreros del ferrocarril y por esa riña que hubo frente a su casa, no hubiese perdido a su bebe. Y Billy tampoco hubiese comenzado a beber si no hubiera caído en la desesperación producida por la desocupación y la huelga de los camioneros. Y si las apreturas no se hubiesen producido, tampoco hubieran tenido necesidad de un inquilino y Billy entonces no estaría en la cárcel.

De pronto tomó una resolución. Aquella ciudad no era un lugar para ellos, para que creciera el amor ni para tener niños. Y el camino que llevaba a la solución era simple. Se marcharían de Oakland. Sólo los estúpidos se quedaban e inclinaban la frente delante del destino. Pero ellos dos no eran estúpidos ni inclinarían la frente, sino que marcharían a enfrentarse con el destino. Pero aún no sabía hacia dónde marcharían… Pero ya verían. El mundo era grande. Más allá de las montañas que rodeaban a la ciudad, más allá de la Puerta de Oro, encontrarían lo que buscaban.



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