El uso del hombre by Aleksandar Tišma

autor:Aleksandar Tišma [Tišma, Aleksandar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1975-12-31T16:00:00+00:00

Al encuentro con Vera Kroner, Sredoje llega dando un gran rodeo al que está obligado por haber aceptado el papel de hijo sumiso. Este rodeo empieza seis días después de estallar la guerra con su salida de Novi Sad, debido al avance de las tropas alemanas y húngaras, a las que su padre no pensaba aguardar en el umbral de su casa ni tenía intención de dejarles en prenda su prole masculina. Desde siempre vocinglero en las embestidas contra los alemanes y la germanidad, así como contra otras naciones no serbias que podían y amenazaban con hacer retroceder a la suya, Nemanja Lazukić saludó la anulación del pacto con Alemania con un discurso desde el balcón del ayuntamiento, actuando inmediatamente después del jefe de su partido y antes que el presidente de la Asociación deportivo-patriótica Sokol*, el doctor Marko Stanivuk. Sin embargo, en aquel momento no se imaginaba que realmente habría que hacer los sacrificios que juraba ofrecer agitando el puño encima de las cabezas de los ciudadanos reunidos, sino justo lo contrario: que su llamamiento confundiría y desalentaría al enemigo en Berlín, en Budapest y en Sofía, y en este sentido tranquilizó también a su preocupada mujer al regresar a casa después del banquete. Cuando a continuación, pese a todo, acompañados por el ulular retardado de las sirenas, los aviones plateados alemanes empezaron a surcar el cielo en formaciones regulares, él se quedó perplejo sólo por un instante, para inmediatamente después, en el sótano silencioso y seco debajo de la casa adonde había llevado a la familia, declarar con los ojos dirigidos proféticamente hacia el techo: «Esto lo pagarán caro. Un país hay que conquistarlo, y aquí en este baluarte los esperará el soldado serbio». Al terminar la alarma se dirigió al centro y volvió a casa con una máscara antigás y con la noticia de que habían bombardeado Belgrado. «En realidad nos conviene, todo el pueblo los odiará». Guardó en un bolso de mano una toalla y los utensilios de afeitar, porque se había alistado para hacer guardia en el Estado Mayor de la defensa civil, como ayudante del comandante, un capitán en la reserva. Estuvo de servicio día y noche, comunicándose con la familia sólo por teléfono, y una vez les informó del profundo avance del ejército yugoslavo en Bulgaria. Pero, en completo desacuerdo con esta afirmación, las calles de la ciudad se llenaban con montones de soldados en retirada, que, hambrientos y cansados, se sentaban en las aceras y llamaban a los portales pidiendo agua, y a la postre, a través de estas filas en desbandada también se abrió paso él para regresar a casa casi igual de arrugado y cansado que ellos. «Traición», dijo. «Tenemos que huir. Por supuesto sólo provisionalmente, porque al final venceremos, igual que en la última guerra». Se fue al trastero para coger del armario las maletas, y luego ordenó a la mujer que metiese en ellas todo lo indispensable para él y los hijos durante una larga estancia fuera del hogar.

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