El trabajo by Aníbal Jarkowski

autor:Aníbal Jarkowski
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama
publicado: 2007-08-09T22:00:00+00:00

Después de escribir aquella carta, que más tarde se convirtió en la primera del libreto, dejé varios espacios en blanco y a grandes líneas completé el argumento imaginando que la prima de mi amigo era la mujer que, momentos antes de casarse, releía la correspondencia que sus novios le habían enviado a lo largo de los años.

Terminé a media mañana, comí unas galletitas y me acosté a dormir. A la tarde me levanté, me duché y, considerando la utilería y las luces con las que podía contar en el teatro, añadí las indicaciones para la escenografía y la iluminación. Imprimí una copia, la leí y recién entonces tomé conciencia de que sin premeditarlo había transgredido una de las convenciones primordiales del burlesque, ya que Naanim no bailaría ninguna escena.

Los días siguientes, tomando pasajes de distintas novelas y adaptándolos al libreto, escribí el resto de las cartas. Cuidé, sobre todo, la verosimilitud de la representación, y me esforcé para que las cartas se ajustaran a la edad, la experiencia y las manías de cada novio en particular, de manera que en su conjunto la correspondencia fraguara algo así como la historia íntima de una mujer y cada prenda que se quitase, cada pose que adoptara en su cama de soltera, fuera entendida por el público como la respuesta puntual, distintiva y melancólica a los minuciosos reclamos de cada novio.

Cuando terminé una versión completa del número comencé a llevar la copia al teatro para pasársela a Naanim, aunque a la madrugada volvía a la oficina con el libreto en las manos y la sensación de que acaso lo mejor era extraviarlo en la calle, olvidármelo en cualquier plaza o deslizado en el buzón de alguno de los edificios de esta parte de la ciudad.

Una noche, después de la función, mientras caminábamos hacia la parada de su colectivo, Naanim me dijo que quería devolverme la invitación y me pidió que la acompañara a su departamento. Durante el viaje apenas hablamos de cosas que veíamos a través de la ventanilla, pero apenas llegamos nos sentamos en un silloncito del living y me dijo que tenía miedo de estar loca.

Así se afianzaba su relación con el médico, su angustia era cada vez mayor y no la abandonaba ni siquiera en los sueños. Tenía pesadillas recurrentes en que se comportaba de manera procaz y grosera delante del médico y, a pesar de que él cerraba los ojos, se tapaba los oídos y le daba la espalda, ella insistía en gritarle que al salir del teatro buscaba hombres en barrios donde nadie la conocía y se desnudaba para ellos no sólo de las formas que con él se prohibía, sino también en otras que eran tan humillantes que ella misma no entendía cómo su mente era capaz de concebirlas.

El día anterior había soñado que recorría escaleras, pasillos y salas de espera de un enorme hospital para mutilados, hasta que entraba a un consultorio y veía al médico atendiendo a una mujer desnuda. Aliviada, corría a abrazarlo, pero

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