El torneo de las especies by Lidia Ciprés Rosa

El torneo de las especies by Lidia Ciprés Rosa

autor:Lidia Ciprés Rosa [Ciprés Rosa, Lidia]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-31T00:00:00+00:00


Capítulo 42

SALLY

Cordilleras Nubaru,

base rebelde n.º 85, el Imperio

Lo siguiente que recuerdo es oscuridad.

Vi moverse los labios de aquella extraña mujer y pronunciar las palabras que dictaron mi final.

He tenido incontables ataques de pánico y ansiedad a lo largo de mi vida. Siempre han estado conmigo, como unos molestos compañeros de viaje invisibles que no pedí, pero que jamás me soltaban de la mano, aunque intentase librarme de ellos.

Más allá, mi existencia siempre ha girado en torno a Jeyd, a protegerlo de todos los males de este mundo, que no son pocos. Desde que me recuperé de la desastrosa noche del parto y mi madre me lo puso en el pecho, supe que mi camino estaba ligado al suyo y que, si en algún momento él faltaba, ya no tendría nada por lo que luchar, nada por lo que mereciera la pena soportar el dolor del día a día.

Cuando Kam-Fux dijo que mi Jeyd está muerto, no tuve un ataque de ansiedad. Solo me apagué. Primero me faltó el aire y no pude respirar, pero, cuando mi cerebro procesó la información, fue demasiado. Me desmayé y la negrura me tragó.

Al abrir los ojos, los párpados me pesan toneladas. Veo el techo de madera desvencijada con una bombilla solitaria y desnuda que se balancea con ligereza, aportando una luz pobre y tétrica al cuartucho. Después me doy cuenta de que estoy tumbada en un catre, aunque al principio no recuerdo por qué.

Noto el cerebro embotado y no consigo evocar cómo he llegado hasta aquí, solo una densa oscuridad. Comprendo que algo malo ha debido de pasar. La garganta me arde como si hubiera estado gritando como una loca, los ojos me escuecen y los noto hinchados.

Entonces percibo una presencia a mi derecha que me agarra la mano con pulso trémulo. Es mi madre.

—¿Mamá? —Me incorporo, el corazón empieza a latirme con violencia. Solo me hace falta ver su cara, su expresión destrozada, desencajada, derrotada—. Mamá, ¿qué ha pasado?

Llora. Desde niña he sabido que mi madre tiene una fortaleza que no he heredado. Pocas veces la he visto llorar, incluso en los peores momentos, siempre ha sido la roca firme en la que amarrarme para salvarme de la tempestad, pero ahora los lagrimones caen por su rostro arrugado y se pierden entre los pliegues de su papada.

—Lo siento tanto, Sally. Lo lamento muchísimo…

Poco a poco me vuelven los recuerdos. Nosotros sentados alrededor de la mesa, esa extraterrestre hablando. La oscuridad que vino luego, cuando ella dijo que… que Jeyd…

Una pequeña parte de mi mente comprende entonces por qué me duele la garganta. La otra gran parte queda anulada mientras se forma el nuevo grito:

—¡No… no, no, no, no, no, por favor! —plaño—. ¡NOOOOOOOOOOO!

Algo se rompe en mi interior. Juro que puedo sentir el dolor físico de mi corazón al partirse en mil pedazos.

Me agarro del pelo y tiro. Ni siquiera soy consciente de que me estoy arrancando mechones enteros. No noto ese dolor, el de mi pecho es mucho más fuerte. No percibo a



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