El tablero del mundo by Nuria S. Salvador

El tablero del mundo by Nuria S. Salvador

autor:Nuria S. Salvador [Salvador, Nuria S.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2007-12-31T16:00:00+00:00


22

—¿Nada, no ha averiguado nada? —dijo don Pablo Martín y Mora.

Miguel movió la cabeza de un lado a otro.

—Pero ¿cómo es posible?

—No pudo zafarse de lady Dasser en toda la noche, y ya sabes lo escurridizo que es Morgan.

—¿La estás excusando? ¿Te das cuenta de lo que supone?

—No, no la estoy excusando, sólo digo que a veces es imposible…

—¡Lo que me faltaba! Encima de que la muy tonta ha perdido esta oportunidad, vas tú y la defiendes.

—Bueno —dijo Miguel sin querer que la conversación siguiese por ese lado—. Lo importante es ver qué hacemos ahora.

—Sí —dijo don Pablo, sentándose en su butacón—. La situación no puede ser peor. El barco de Morgan zarpó ayer por la mañana sin que hayamos averiguado cuál es su próximo objetivo, pero algo importante debe de ser cuando ha venido desde Jamaica sólo para esto.

Miguel se acercó a la ventana y miró el pequeño jardín de la casa. El viento agitaba las todavía desnudas ramas de los árboles haciendo que los pequeños brotes que empezaban a nacer cayesen sobre el empedrado.

—Creo que debería volver a Madrid —dijo Miguel—. Debemos informar cuanto antes de que Morgan está volviendo y que desde allí le sigan la pista.

—Estoy de acuerdo, amigo —dijo don Pablo—. Aunque me temo que puede ser demasiado tarde. Por mucha prisa que te des y aunque manden el barco más rápido de todo el imperio, Morgan nos llevará un mes de ventaja como mínimo.

—Sí, pero por lo menos que sepan que ha vuelto a Jamaica para que el ejército esté alerta. Voy a cerrar unos asuntos y partiré esta misma noche. Así llegaré a Portsmouth antes del amanecer y podré contratar algún barco pesquero para que me lleve a España.

—Daré orden de que te preparen el más rápido de mis caballos. Uno de mis criados te acompañará hasta que zarpes.

Miguel asintió y volvió a mirar por la ventana. Quería ver por última vez a Inés.

La señora Galloway estaba a punto de desnucar un conejo cuando la campanilla de la puerta de servicio sonó.

—¡Niño, ve a abrir! —le dijo a Billy—. Será el de la carne. Siempre llega tarde —gruñó la mujer.

El chavalillo abrió la puerta confiado, pero para su sorpresa no era nadie conocido.

—Busco a Ann Peterson —dijo Miguel.

—¿A Ann? —respondió el niño.

—Sí. ¿Podría verla?

El niño, un poco desconcertado, decidió no responder por sí mismo a esa pregunta.

—¡Señora Galloway! —gritó hacia la cocina.

Al cabo de unos segundos, la cocinera apareció por el pasillo, secándose las manos con el delantal.

—¿Qué pasa? —preguntó al niño al tiempo que miraba quién estaba en la puerta.

—Vengo buscando a Ann Peterson —contestó Miguel.

La señora Galloway mantuvo durante unos segundos la mirada del hombre y luego bajó la vista hacia el chaval.

—Ve a buscar a Ann —le ordenó—. Rápido —terminó de decir, dándole una colleja.

Miguel miró a la señora Galloway y el silencio se hizo entre ellos hasta que el hombre, por fin, empezó a hablar.

—Soy un primo suyo y…

—No —le interrumpió la cocinera al tiempo que movía la cabeza de un lado a otro sin dejar de mirar fijamente a los ojos del hombre—.



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