El susurro de las sombras by Jan-Philipp Sendker

El susurro de las sombras by Jan-Philipp Sendker

autor:Jan-Philipp Sendker
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Drama
publicado: 2006-08-09T22:00:00+00:00


18

S u primera reacción fue una funesta mezcla de miedo y rabia. ¿Cómo podía hacerle eso? ¿Cómo era posible que ese David fuera más importante para él? ¿Acaso no daba ningún valor a la promesa que le había hecho? Solo habían pasado unas horas desde que él le había preguntado si quería dormir en su casa.

«¿Te quedarás a pasar la noche?»

Cuánto tiempo había estado esperando esas palabras, esa petición. Cuántas veces se había imaginado lo que haría si él le hacía esa pregunta. Cuántas veces había soñado con su cuerpo, con su cama en la casa de Lamma; en cómo, tendida junto a él bajo la mosquitera blanca, sentiría su fuerza, su deseo; en cómo serían uno.

Él podía ser más tierno que cualquier hombre que la hubiera tocado hasta entonces. Cuando la besaba, sentía que le palpitaba el corazón y le temblaban las rodillas. Como una adolescente, sentía un deseo al que se entregaría en cuanto él lo consintiera. Porque Paul se defendía ante cada una de sus tentativas de seducirle; eran intentos apocados y tímidos, y sin embargo le asustaban y le hacían retirarse, creaban distancia en lugar de proximidad. A veces le apartaba con ternura las manos del pecho o de la nuca, y otras la empujaba lejos de él, como un luchador que se libera de una presa. En ocasiones volvía tan excitada después de uno de esos encuentros que no podía tranquilizarse durante el viaje en el transbordador, y no le quedaba sino satisfacerse a sí misma, en casa, sola en la cama, con Josh y Tita durmiendo en la habitación de al lado, lo que le enojaba y hacía que se enfureciera con él porque se negaba a saciar su hambre. Tenía necesidad de él, y como cualquier persona necesitada, era muy vulnerable. Ahora por fin le había pedido que se quedara en su casa; durante toda la mañana en la oficina no había podido pensar en otra cosa, ¿y se suponía que una vez más todo iba a quedar en nada? ¿Acaso él no sabía cuánto significaba para ella?

Su voz. La odiaba cuando sonaba tan fría y dura. Y ni siquiera se había disculpado.

Después de colgar, permaneció mucho rato inmóvil en su silla. Lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas, y por un momento tuvo la sensación de que se había convertido en una niña de cinco años abandonada por todos. Era pequeña y estaba indefensa, su vida se le escapaba de las manos, lo perdería todo. Su hijo. Su casa. Su pequeña empresa. A Paul.

«No —se oyó decir entonces—, eso no te ocurrirá. Antes eras pequeña y estabas indefensa, pero hoy es hoy. Eres una mujer adulta de más de cuarenta años. No eres una víctima, eres fuerte. Fuerte. Fuerte. Puedes tomar una decisión.»

Nadie la obligaba a estar con Paul. Podía separarse de él, podía ir al transbordador y decirle que la había herido y había traicionado su confianza y que no quería volver a verle nunca. Durante un instante sintió un extraño alivio ante ese pensamiento.



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