El secreto de Xein (Guardianes de la Ciudadela 2) by Laura Gallego

El secreto de Xein (Guardianes de la Ciudadela 2) by Laura Gallego

autor:Laura Gallego [Gallego, Laura]
La lengua: spa
Format: epub
editor: MONTENA
publicado: 2018-10-05T18:33:23+00:00


Xein despertó de golpe con el corazón a punto de salírsele del pecho. Tardó unos instantes en percatarse de que no se encontraba en un callejón de la Ciudadela, sino que se hallaba en su habitación del cuartel general, solo y empapado en sudor. Respiró hondo varias veces para terminar de calmarse y se pasó una mano por el cabello húmedo, sintiéndose aún desorientado.

Había sido una pesadilla. La peor pesadilla que había sufrido en mucho tiempo; y no era poca cosa, teniendo en cuenta que las suyas solían estar plagadas de monstruos, y que soñaba también a veces con la muerte de su madre y con los días más oscuros de su adiestramiento en el Bastión.

Cuando por fin logró tranquilizarse, comprendió que no quería volver a dormirse, al menos por el momento. El recuerdo de Axlin en brazos del metamorfo idéntico a él todavía lo hacía estremecerse de horror y repugnancia.

Se levantó, se vistió y salió al pasillo. Aún faltaba un buen rato para el amanecer, de modo que bajó hasta el patio de armas para hacer tiempo. Contempló unos instantes la noche estrellada; como las imágenes de su pesadilla no terminaban de desaparecer, caminó hasta el rincón donde se encontraban las dianas de práctica para entrenarse un poco con el arco. La primera flecha no acertó en el blanco, y Xein se miró las manos. Todavía temblaban.

—¿Estás perdiendo facultades, Xein? —oyó una voz burlona tras él.

Dio un respingo, sobresaltado. Después sonrió.

—Buena guardia, Yarlax —saludó.

—Sí, sí, lo mismo digo.

Su amigo tomó otro arco, cargó la flecha y apuntó a la diana contigua. Antes de soltar la cuerda, sin embargo, dirigió una mirada de reojo a Xein.

—Un buen Guardián ha de ser capaz de acertar al blanco también de noche —le recordó.

Disparó. Su tiro fue notablemente mejor que el de Xein, pero su flecha tampoco se clavó en el centro de la diana.

—Por todos los monstruos —gruñó.

Xein sonrió de nuevo y cargó otra flecha. De forma natural, sin hablarlo previamente, los dos habían iniciado una competición amistosa.

En su segundo tiro acertó exactamente en el blanco. Yarlax también tiró de nuevo e igualó la hazaña. Pero el chico se limitó a chasquear la lengua, decepcionado.

—Demasiado fácil —dijo.

Ambos retrocedieron unos pasos, alejándose de las dianas para aumentar la dificultad del ejercicio.

—Yo acabo de volver de una guardia en la muralla —dijo entonces Yarlax, cargando otra flecha—. ¿Cuál es tu excusa?

—¿Cómo?

—¿No podías dormir?

Las imágenes de su sueño volvieron a asaltarlo. Su siguiente disparo ni siquiera acertó en la diana.

—Una pesadilla —explicó a modo de disculpa.

Yarlax no dijo nada al principio. Dispararon algunas flechas más, y Xein tuvo la oportunidad de corregir su mala puntería anterior. Entonces su amigo comentó a media voz:

—Se diría que no debería haber nada capaz de asustarnos, ¿verdad? Al fin y al cabo, para eso nos entrenan.

Xein meditó sobre sus palabras. Después dijo en el mismo tono:

—Me preocupan los metamorfos.

Yarlax se volvió hacia él, sorprendido. Xein le devolvió la mirada y añadió:

—¿A ti no?

—No especialmente. Después de todo, soy una de las pocas personas en el mundo capaces de reconocerlos.



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