El relicario by Douglas Preston

El relicario by Douglas Preston

autor:Douglas Preston [Douglas Preston | Lincoln Child]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788401338571
editor: Penguin Random House Grupo Editorial España
publicado: 2010-11-15T00:00:00+00:00


… no puedo vivir sabiendo lo que he… ¿Cómo pude, mientras estaba concentrado en… pasar por alto los efectos psíquicos que… pero noto al otro cada día más impaciente. Necesito tiempo para…

–Da la impresión de que estuviese tomando conciencia de algo –comentó D’Agosta, devolviéndole la fotografía–. Pero ¿qué hizo exactamente?

–A eso iba –contestó Margo–. Como ve, hace referencia a los efectos psíquicos del esmalte como algo que no había tenido en cuenta. ¿Y se ha fijado en la alusión a «otro»? Esa parte todavía no la entiendo. –Cogió otra ampliación–. Luego está esto. Creo que pertenece a la última página del diario. Observe que, aparte de muchos números y cálculos, aparecen sólo cuatro palabras legibles, separadas por un punto: «… irreversible. El thyoxin podría…».

D’Agosta la miró con expresión interrogativa.

–Lo he consultado. El thyoxin es un herbicida experimental, muy potente, para eliminar las algas de los lagos. Si Greg cultivaba esta planta, ¿para qué quería el thyoxin? ¿O la vitamina D, que por lo visto también sintetizaba? Quedan aún muchos detalles que no consigo explicarme.

–Se lo mencionaré a Pendergast, por si le sugiere algo. –D’Agosta contempló las fotografías por un momento y luego las dejó a un lado–. Sigo sin verlo claro, doctora Green. ¿Qué perseguía exactamente Kawakita con todos esos aparatos?

–Probablemente intentaba dominar la droga aislando los genes reptilianos en el virus de la planta de Mbwun.

–¿Dominar?

–Creo que pretendía crear una droga que no provocase cambios físicos grotescos. Conseguir que su consumo proporcionase un estado más alerta, más fuerza, más velocidad, mejor visión en la oscuridad. Es decir, las facultades hipersensoriales que poseía Mbwun, pero sin los efectos secundarios. –Margo enrolló el diagrama–. Tendré que analizar unas muestras de tejido del cadáver de Kawakita para asegurarme; pero creo que encontraremos rastros de la droga de Mbwun, sustancialmente modificada. Y casi con toda certeza descubriremos que la droga ejerce un efecto narcótico de algún tipo.

–¿Cree que Kawakita la tomaba?

–Estoy convencida. Pero debió de equivocarse en algo. Posiblemente no la refinó o purificó bien. Y las deformaciones que vimos en su esqueleto fueron el resultado.

D’Agosta volvió a enjugarse la frente. Necesitaba el cigarro con urgencia.

–Permítame sólo un minuto más –dijo–. Kawakita no era tonto. No habría tomado una droga peligrosa sin más ni más, sólo por ver qué ocurría. Eso es inconcebible.

–Tiene razón, teniente. Y quizá a eso se deba la culpabilidad. ¿Comprende? Kawakita no habría tomado la droga directamente; la habría probado antes con otros.

–¡Oh, no! –masculló D’Agosta. Tras un largo silencio, añadió–: ¡Joder, no!



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