El reino de los malvados by Derek Landy

El reino de los malvados by Derek Landy

autor:Derek Landy [Landy, Derek]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico, Juvenil, Aventuras
editor: ePubLibre
publicado: 2012-08-29T16:00:00+00:00


30

EL EXPERIMENTO

E hizo el silencio en el auricular mientras Abominable discutía con los demás. Después volvió a hablar por el móvil.

—Tenemos aquí un sensitivo; dice que acaba de recoger una longitud de onda psíquica que de alguna forma estaba oculta hasta ahora. Creemos que Argeddion los está controlando.

—Han pasado los últimos treinta años vigilándole en esa montaña —dijo Skulduggery—. En determinado momento debió de recobrar la conciencia y empezó a manipularlos. Todo este asunto ha sido una estratagema para que lo trajéramos aquí.

—No lo entiendo —susurró Valquiria—. Si querían liberarlo, ¿por qué no apagaron el Cubo?

Skulduggery negó con la cabeza.

—No creo que el problema sea que el Cubo esté encendido. El problema es que Argeddion lleva tres décadas en coma inducido, y quizá no sea capaz de despertar. Yo, en su lugar, emplearía el Acelerador como una especie de desfibrilador mental.

—Le van a despertar con una descarga —asintió Abominable—. Vale, escuchadme: vosotros dos sois las únicas personas que tenemos ahí dentro. Me encantaría decir que vamos a ayudaros, pero este muro es lo más resistente que he visto en mi vida.

—¿Por qué no llamamos a Fletcher? —sugirió Valquiria—. Podría teletransportaros a todos a la vez.

—Un teletransportador no puede atravesar un campo de fuerza de esta magnitud —negó Skulduggery—. Si Fletcher lo intentara, todos sus átomos se dispersarían por el universo. No os preocupéis, no necesitamos a nadie más. Contamos con el factor sorpresa y con una tendencia deliberada a adoptar medidas drásticas. Nos las arreglaremos.

Abominable suspiró.

—Intentad no matar a nadie, al menos. Recordad que Lament y su gente no actúan por voluntad propia.

Valquiria guardó el móvil y Skulduggery desenfundó el revólver. Tras cruzar una mirada, doblaron la esquina, ignorando el muro azul y la gente que había al otro lado y centrándose en la puerta de la sala del Acelerador. No había nadie de guardia. No se oían voces en el interior. Valquiria preparó sus sombras mientras Skulduggery hacía una cuenta atrás con los dedos.

Tres… dos… uno…

Entraron de golpe.

—Hola —saludó Argeddion.

Lament y sus magos estaban arrodillados en círculo alrededor del Acelerador, con la cabeza gacha. El Cubo giraba lentamente dentro de la máquina: una jaula vacía. Argeddion flotaba en el aire sobre los restos de la Tempestad, sonriente. Un halo de energía residual chisporroteaba alrededor de su cuerpo, y sus ojos eran resplandecientes orbes de poder.

Valquiria no sabía qué hacer.

—Hummm —dijo Skulduggery—. Esto es… decepcionante, si no te molesta que te lo diga. Creí que llegaríamos en el último segundo e impediríamos que sucediera esto. Naturalmente, yo tengo la culpa. Y otra gente. Sobre todo, otra gente. Para ser exactos, la culpa la tiene esa gente que está de rodillas en medio de la sala. Tienen un montón de culpa. Supongo que dispararte no servirá de nada a estas alturas, ¿verdad?

La sonrisa de Argeddion se ensanchó.

—Lo intentaré de todos modos —dijo Skulduggery amartillando el revólver, que desapareció de su mano y reapareció en la de Argeddion.

—Violencia —murmuró girando el arma y contemplándola—. ¿Por qué siempre hay que recurrir a la violencia?

—¿Te importa devolvérmelo? —preguntó Skulduggery—.



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