El problema de la bala by Jaime Rubio Hancock

El problema de la bala by Jaime Rubio Hancock

autor:Jaime Rubio Hancock [Rubio Hancock, Jaime]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: FA
editor: Asociación Comunidad Libro de notas
publicado: 2012-12-17T05:00:00+00:00


—TENEMOS QUE IR TODOS A la sala común —me dijo Lorca, mientras me levantaba de la silla con la indispensable ayuda de

Mireia,

hábilmente ataviada como Marcos.

Roca nos esperaba allí, subido a una tarima que funcionaba a modo de escenario improvisado, protegido por varios guardias y acompañado por una señora con el pelo teñido de un color indefinido entre el marrón, el naranja y el rojo.

—Muchas gracias a todos por venir, aunque haya sido por obligación —los presos recibieron estas palabras con los obligados abucheos de rigor—. El motivo de esta os prometo que breve reunión...

—¡Espero que sea verdad! ¡Tengo La trompetilla acústica a medio leer!

—... Es el de instaurar una nueva costumbre que espero que se convierta en tradición los próximos años. Aunque probablemente vosotros no lo veáis.

—¡Eh! ¡Está burlándose de nuestro próximo fin!

—¡Eso ha sido faltando!

—El objetivo como siempre es el de ayudaros a ser mejores personas cuando salgáis de aquí con los pies por delante y sobre todo ayudarme a prosperar en mi carrera. Sí, como muchos de vosotros sabéis, después del desengaño que supuso que me nombraran alcaide y no alcalde, centré no poca parte de mis esfuerzos en un proyecto personal, dedicándome a la dirección de este centro penitenciario en mis ratos libres. Sin embargo y por desgracia, el mundo de la empresa privada está lleno de zorras sin corazón y no puedo dejar de lado mi puesto de funcionario ni despreocuparme por mi carrera.

—¡Al grano!

—¡Eso! ¡Quiero seguir con La trompetilla acústica!

—¡Y yo tengo un soneto a medio componer! —Sí, era Lorca. Sería poeta, pero tampoco podemos olvidarnos de que antes de eso había sido un delincuente, un presidiario curtido en mil batallas, o al menos en trescientas o cuatrocientas, y no dejaba de sentir el correspondiente poco aprecio por la opresora autoridad. Al fin y al cabo, le habían condenado a muerte por no reciclar, y eso sin duda se dejaba notar en su carácter, por mucho que hubiera madurado gracias a la literatura.

—Esta iniciativa de la que estoy hablando es la de nombrar cada mes a un preso modelo de la prisión Modelo. Ja, ja, seguro que el juego de palabras no os habrá pasado inadvertido. Y este primer mes quien entregará el premio es la Consejera de Interior de la Generalitat, que es esta señora tan fea que está a mi lado, Ramona Llopis.

—Gracias, enano de mierda —dijo la señora gorda, cogiendo el micrófono—. En este sobre que tengo aquí está el nombre del preso modelo del corredor de la muerte de la Modelo. Este preso ha sido escogido por votación entre los funcionarios, de acuerdo con cómo os habéis comportado el último mes.

—¡Fuera! ¡Gorda!

—¡Eh! Que está feo reírse de los demás por su aspecto.

—Tú calla, feo.

—¡Feo!

—¡Eh, que yo no os he hecho nada!

—Es verdad, perdona.

—Disculpa.

—Nada, es igual, no importa.

—No, en serio, ahora me sabe mal.

—Que no pasa nada, tranquilo.

—Y no eres tan feo. Un poco sí, pero no tanto como para gritártelo a la cara.

—El ganador por supuesto no se irá con las manos vacías.



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