El otro proceso by Elias Canetti

El otro proceso by Elias Canetti

autor:Elias Canetti [Elias Canetti]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: S2
ISBN: 9788417651923
editor: Nórdica Libros
publicado: 2019-09-15T05:00:00+00:00


Kafka no se defendió en el Askanischer Hof. Guardó silencio. No reconocía al tribunal, y manifestó su no reconocimiento con el silencio. Ese silencio duró mucho: durante tres meses, la relación entre él y Felice quedó completamente rota. Pero a veces escribía a su hermana Erna, que creía en él. En octubre, Grete Bloch tomó conciencia de su original papel de mediadora y trató de recuperar el contacto. Su carta a él no se ha conservado, pero sí su respuesta: «Dice usted que la odio, pero eso no es verdad… En el Askanischer Hof usted, ciertamente, actuó frente a mí como mi jueza, eso fue abominable para usted, para mí, para todos, pero eso solo lo pareció, en realidad yo estuve sentado en el lugar de usted y hasta hoy continúo sentado en él».

Sería fácil entender el final de esta frase como autoacusación, como una autoacusación que ha empezado hace mucho y no termina nunca. No creo que esto agote su sentido. Me parece mucho más importante que destituye a Grete Bloch de su lugar de jueza, la aparta y se pone a sí mismo en esa arrogante posición. No hay ningún tribunal exterior que reconozca, él es su propio tribunal, pero lo es mucho, y celebrará sesión para siempre. Sin duda acerca de la usurpación de ella él no dice nada más fuerte que «eso solo lo pareció», pero el hecho de que se «trasluzca» su arrogancia parece como si ella nunca hubiera estado en realidad en ese papel de jueza. En vez de apartarla con violencia, él revela que es una ilusión. Se niega a pelear con ella, pero tras la nobleza de su respuesta se oculta el poco espacio que le concede, ni siquiera el odio de la lucha. Es consciente de que es él el que abre proceso contra sí mismo, a nadie más le corresponde hacerlo y, cuando escribió aquella carta, aún estaba muy lejos de haber terminado.

Quince días después, en una primera y muy larga carta a Felice, escribe que no guardó silencio por terquedad en el Askanischer Hof, una afirmación no del todo convincente. Porque ya en la frase siguiente dice: «Lo que dijiste fue tan claro, no voy a repetirlo, pero hubo cosas que casi habría debido ser imposible decir a solas… Tampoco tengo nada en contra de que llevaras contigo a la Srta. Bl., yo ya te había casi humillado en la carta que le escribí, podía estar presente. No entendí que hicieras venir también a tu hermana, a la que entonces apenas conocía…».

El resultado, la ruptura del compromiso, fue lo que él había deseado, solamente podía sentir alivio. Pero lo que le golpeaba, lo que le avergonzaba profundamente, era la publicidad del proceso. La vergüenza ante aquella humillación, cuya gravedad solo podía medirse con su orgullo, seguía concentrada en él, dio sustento a El proceso y afluyó por completo al último capítulo. K. se deja conducir a la ejecución casi en silencio, casi sin resistencia. De pronto, abandona por entero la defensa que, en su testarudez, significa la marcha de la novela.



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