El nudo materno by Jane Lazarre

El nudo materno by Jane Lazarre

autor:Jane Lazarre
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788494733758
editor: 2018
publicado: 2018-03-22T00:00:00+00:00


7

Unos hombres y mujeres jóvenes desfilan delante de mí vestidos con togas negras. Sus ojos brillan y se funden en una mancha negra en mi cabeza que, como una playa antes de la tormenta, atrae los vientos cálidos y las delicadas briznas de hierba que el aire desarraiga y arrastra. Veo las briznas contonearse en el aire y descender lentamente hasta la playa. Después la arena queda nuevamente limpia y despejada, y la marea sube. Me levanto y empiezo a andar.

Sigo a los hombres y a las mujeres de negro, parecen animados y sonrientes. James está entre ellos. Sonríe como los demás. Noto que mis labios se curvan hinchando mis mejillas y esbozo una sonrisa. Mis ojos, como dos ventanas frente al mar, permanecen quietos en la oscuridad mientras me siento sobre la arena de la playa ventosa. Desde aquí diviso a los hombres de espalda, veo sus nucas, luego algunos se vuelven, oh, uno de ellos me saluda con la mano, probablemente hablarán de sus cosas, harán planes, comentarán sus sueños.

James ha llegado hasta aquí, todo un recorrido desde la comunidad negra de la ciudad. Son doce hombres como él. Conforme van avanzando, se lanzan miradas de complicidad y buscan asiento en las primeras filas. Están orgullosos. Algunos son amigos míos. Otros me desprecian por el color de mi piel y porque creen que me he apropiado de un hombre negro. Sin embargo, todos ellos, después de años de una lucha encarnizada y dolorosa, me parecen hermosos.

Estoy sentada en las últimas filas y dejo la playa ventosa a mis espaldas. Me levanto para localizar a James y les digo a sus padres: «Ahí, ahí está». Ellos se acomodan en sus asientos y, mientras los miro, entiendo perfectamente porqué se sienten tan a gusto en este lugar, aquí, delante de esta construcción gótica maravillosa. No solo están orgullosos de James, su hijo, sino también de todos estos chicos negros que se han hecho hombres, ahora sentados uno junto al otro en las primeras filas.

Marie y yo nos turnamos para sostener a Benjamin en brazos.

—¡Chsss! —repetimos—. Ahí está papá.

—¡Papi, papi! —grita.

—¡Chsss! —susurramos.

Se levantan uno detrás del otro y acceden en fila hasta el pequeño podio. «Gracias», le dicen al hombre mayor, primero uno, luego el otro y así sucesivamente, y él les responde con un «felicidades».

Veo a James mover la cabeza. «Ahí está», le susurro a su hermano y clic, suena la cámara. James nos mira y sonríe, sobrecogido y abrumado por la emoción, por mis pensamientos, que a veces sabe descifrar, y por la brusca transformación que hemos sufrido estos años con el embarazo y la paternidad. Cuánto hemos cambiado, piensa, cazando la mirada de Benjamin. Luego le grita: «¡Hola, cariño!».

Retengo a Benjamin en el regazo con una mano firme y le hablo del viento cuando me pregunta: «¿Por qué lloras, mami?».

Sí, le respondo a James, cuánto hemos cambiado. Hemos llegado hasta aquí, a mirarnos así el uno al otro, por encima del pelito rizado de Benjamin, y bajo la toga veo la línea que se dibuja entre tus hombros y el mentón, tan bella y esbelta todavía.



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