El nombre oculto de Casandra by Pepa Fraile

El nombre oculto de Casandra by Pepa Fraile

autor:Pepa Fraile [Fraile, Pepa]
La lengua: spa
Format: epub
publicado: 2015-01-27T23:00:00+00:00


11

La cena transcurrió amenizada por música de fondo, un ir y venir de platos exquisitos que la mayoría de nosotros degustamos con fruición y un paseo constante de camareros solícitos a nuestras peticiones. La fiesta prometía, a pesar de mis reticencias. Ya me había tomado dos buenas copas de un vino delicioso del que pensaba anotar el nombre y me sentía relajada. Hasta con ganas de que empezara el baile que nadie nos había dicho claramente en qué consistía. Vestida de semejante guisa, como era el caso, dudaba mucho de mis aptitudes dinámicas y de mi capacidad de moverme ágilmente para bailar nada aunque, en realidad, debajo de aquel pomposo vestido poco se podía ver.

Casi todos los comensales portábamos una máscara a juego con la vestimenta que, según nos habían indicado, debíamos ponernos durante la noche. Un elemento más añadido a la incomodidad de toda la parafernalia con la que iba ataviada. Rita reía sin parar junto a uno de los invitados que ninguna de las dos conocíamos. Ya me había asestado varios codazos dándome a entender que aquel individuo le gustaba. Al parecer, no sólo había empleados de la empresa, algo que descubrí cuando bajamos a cenar y pudimos ver cómo la sala principal hasta la que nos guiaron para la recepción oficial contaba con otros visitantes. Pensé que el acontecimiento era lo más parecido a lo que había visto en las películas. El boato y el glamur eran dignos de ser fotografiados pero vi que nadie se dedicaba a tal labor y frené las ganas de sacar mi teléfono del bolso que llevaba colgado del vestido. A mi vista llegaban ángeles, demonios, cortesanas, bufones, bailarinas estrafalarias, vampiros, caballeros ataviados con chaqué negro y qué sé yo cuantos ejemplos más de especímenes de otro tiempo. Lo que sí pude observar fue que éstos últimos, los señores del traje negro, parecían llevar todos el mismo modelo, o muy parecido. Algo así como una comitiva de lujo, pensé por un momento sin darle mayor importancia. Suerte la suya, que podrían moverse con mucha más libertad que una servidora, que ya empezaba a cansarme de arrastrar tantos quilos de ropa mientras intentaba aparentar naturalidad.

Tras la cena nos desplazamos hasta otro enorme salón, decorado con grandes arañas que colgaban majestuosas desde diferentes puntos de un techo que me recordó el que habíamos visto en dirección al jardín silvestre. Allí nos esperaba una orquesta en directo que tocaba casi sin ser oída. Increíble, pensé, ¿cómo se puede tocar tantos instrumentos al mismo tiempo y sonar tan suave, casi insinuante? Absorta en las caras de aquellos músicos que parecían de plástico, cortados por el mismo patrón, perfectamente ataviados y peinados, derechos como una vela, unos con la mirada unos perdida en el horizonte y otros en el interior de su instrumento, alguien me sujetó desde atrás por la cintura y me giré tan deprisa que casi le tiro la peluca al suelo.

─¡Me has dado un susto de muerte!

─Mujer, no será para tanto –afirmó Rita retirando su máscara de la cara–.



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