El muro by Adrian Goldsworthy

El muro by Adrian Goldsworthy

autor:Adrian Goldsworthy [Goldsworthy, Adrian]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-06-08T00:00:00+00:00


XIX

En el campamento romano

Por la mañana

Prisco avanzó antes del amanecer, llevándose consigo a cinco cohortes de la Legio II Augusta, con el águila a la cabeza. Formaban el centro de la columna. La vanguardia estaba integrada por el Ala Augusta, dos cohortes de auxiliares y la mitad del Numerus I. Junto a los legionarios iban media docena de carroballistae y una pequeña caravana de equipaje. Dos cohortes auxiliares más, ambas equitatae, con sus propias monturas, y un par de centurias del Numerus III formaban la retaguardia.

—No es que sea necesario dejar una fuerza atrás, contigo al mando —le aseguró Prisco a Tito Cerialis—, pero no hay nada de malo en hacer las cosas siguiendo el reglamento.

Se siguieron todos los rituales de costumbre que acompañaban a la marcha. Las unidades formaron y el legado en persona gritó para preguntarles tres veces si estaban listos para la guerra. Después de un largo verano de campaña, todo parecía pura rutina. Pero ese día, por primera vez, Prisco no usó un heraldo para lanzar la pregunta. Y los rumores de que pronto entrarían en acción hicieron que los hombres gritaran su respuesta con enorme entusiasmo.

—¡Listos!

Con aquel ruido nadie habría podido dormir. Pero, de todos modos, la actividad que reinaba desde hacía mucho tiempo permitía asegurar que todo el campamento estaba despierto y en pie.

—No sé si hoy tendremos una batalla o no —explicó Prisco.

Tito ya había escuchado todo aquello. Primero, en el consilium celebrado tres horas antes. Y luego, en privado, por boca del propio legado. Se notaba que Prisco estaba emocionado, incluso nervioso.

—Si no aparecen, estableceremos el nuevo campamento, tal y como estaba planeado. Ten un convoy listo con tiendas y comida para enviárnoslo en cuanto te dé la orden. Los muchachos de la Legio XX pueden escoltarlo, junto con algunos de los irregulares. Creo que eso será suficiente. Sí, con eso servirá. Una vez que se marchen, seguirás teniendo a cinco cohortes, incluidos los auxiliares, por supuesto, unos doscientos soldados de caballería y el resto de los numeri. ¡Ah, y artillería suficiente como para sitiar Cartago!

Tito sonrió, obediente.

—Nos las apañaremos.

—Y, lo que es aún mejor, estarás otra vez a cargo de todo, sin tenerme respirando en la nuca. No es que crea que vaya a pasar nada aquí atrás, pero es un alivio saber que puedo confiar en ti si algo ocurre, y saber que me apoyarás.

—Por supuesto. —Tito Cerialis realizó el saludo marcial—. ¡Buena caza!

Prisco le devolvió algo a medio camino entre un gesto militar y un saludo con la mano.

—Recuerda, envíame ese convoy tan pronto como te dé la orden. Nos veremos en unos días, cuando terminemos de trasladar todo al nuevo campamento.

Cuando salió el sol, la columna ya se había marchado. Incluso la retaguardia resultaba apenas visible en la distancia. El cielo estaba encapotado y un fuerte viento soplaba desde el oeste, haciendo que las nubes se movieran rápido. Tito mantuvo a sus unidades armadas y en formación durante una hora. Luego dejó que todos, excepto los que estaban de guardia, se fueran a comer el prandium.



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