El mundo inconmensurable by William Atkins

El mundo inconmensurable by William Atkins

autor:William Atkins [Atkins, William]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Geografía, Ciencias sociales, Política
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


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En 1918, un año después de la Revolución rusa, Lenin firmó un decreto «Sobre la asignación de 50 millones de rublos para obras de regadío en el Turquestán y sobre la organización de dichas obras». Al igual que en Xinjiang, el objetivo era alcanzar la autosuficiencia nacional en materia de algodón, pero si bien el calor favorece el crecimiento de esta planta, el algodón es tan sediento que para mantenerlo con vida se requieren 750 milímetros de agua al año; y esto en la cuenca del Aral, donde la precipitación nunca supera los 350 milímetros anuales, y eso en el mejor de los casos, incluso en el lodazal de Aralsk. Un decreto firmado por Lenin eran palabras mayores. Fueron los ríos que había identificado Voeikov, los que desembocaban inútilmente en el mar de Aral, los que habrían de proporcionar el agua requerida. Siguieron más decretos. En 1927 la Unión Soviética importaba el 41 por ciento de su algodón; seis años más tarde era solo el tres por ciento. El presidente Nazarbayev sostenía en una entrevista reciente que «a nadie se le ocurrió calcular lo que le pasaría al mar de Aral». Pero los cálculos se hicieron, comparando los beneficios con las pérdidas —⁠la pervivencia del cuarto lago más grande del mundo y las vidas de las sesenta mil personas que dependían de él vs la autosuficiencia nacional en algodón⁠—, y los hicieron Voeikov, Lenin, Jrushchov y Brézhnev. Las así llamadas «tierras vírgenes» (estepas y desiertos por igual) deben satisfacer las necesidades nacionales, tal como en 1921 se invocó al mar de Aral y a sus trabajadores para socorrer a los hambrientos del Volga. En 1968 un displicente ingeniero sentenció: «Todo el mundo tiene claro que la evaporación del Aral es inevitable».

En Kazajistán y su vecino meridional, Uzbekistán, se abrieron 32 000 kilómetros de canales de regadío para campos de algodón y de trigo. El primer aviso de que el mar estaba perdiendo centímetros data de principios de los sesenta. El nivel siguió descendiendo durante toda la década a un promedio de veinte centímetros por año, que en los setenta se convirtieron en cincuenta centímetros; entre 1980 y 2000, eran ya ochenta centímetros al año. Como si una brecha de un embalse fuera ensanchándose. En 1982, después de tantos trasvases, el Amu Daria dejó de llegar al mar de Aral durante un tiempo, mientras que el caudal del Sir Daria se había reducido a un diez por ciento. El grueso de esas aguas trasvasadas se despilfarraba: cuando no se filtraba al desierto por canales chapuceros (zanjas abiertas en la arena), se evaporaba de los sembrados sin drenar. En 1989 el Aral quedó convertido en dos masas de agua, el Aral Grande al sur y el Aral Pequeño al norte, divididos por el ahora seco estrecho de Berg. En 2004 la antigua extensión de 67 000 kilómetros cuadrados se había reducido a 17 000, sumando los dos lagos. En la actualidad es aún menor, y de hecho al sur del Berg el agua ha desaparecido casi por completo.



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