El misterio de la Rosa Escarlata by Irene Adler
autor:Irene Adler [Adler, Irene]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Infantil, Juvenil, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00
CHARLES F. FIELD
INVESTIGADOR PRIVADO
Tercera planta
Entramos sin titubear y subimos por la escalera hasta la planta indicada. Con una rápida ojeada a los letreritos de latón de las puertas encontramos el despacho de Field. Lupin agarró el llamador, que colgaba de la boca de un amenazador león de bronce, y dio tres golpes fuertes. Para nuestra sorpresa, la puerta se abrió en seguida, y quien la abrió fue el propio Field.
Noté que tenía puesto el abrigo y sostenía el bastón y el sombrero en la mano.
—¡Ah, aquí están mis jóvenes ángeles de la guarda! Buenos días… —nos recibió, con un tonillo bromista en la voz—. Ciertamente, no puedo decir que os falte el don de la oportunidad de los grandes detectives… —añadió mostrándonos el bastón y el sombrero—. Dos minutos más tarde y no me habríais encontrado.
—Ya veo… —asintió Sherlock con una buena dosis de cara dura—. Según parece, tiene mucha prisa en hacer una pequeña visita a los viejos amigos de Scotland Yard.
Lupin y yo lo miramos con ojos de asombro. Nada en comparación con la expresión de estupefacción con que lo miró el señor Field.
—¿Y tú cómo…?
—¡Solo hay que tener los ojos bien abiertos! —explicó nuestro amigo para sacar de su azoramiento al investigador privado—. De esa forma no puede escapar a la vista el pequeño alfiler de oro con una cabeza de sabueso que lleva prendido en la solapa del abrigo. Si no me equivoco, los veteranos de la policía de Su Majestad se adornan con él y estoy seguro de que anoche, en el carruaje, no lo llevaba. Evidentemente, se dirige a un lugar en que ese alfiler puede surtir algún efecto, servir para algo… Y ese lugar no puede ser sino Scotland Yard.
Field cerró la puerta y se quedó observando a Sherlock con expresión complacida.
—Bien visto, muchacho. Realmente bien visto… —aprobó.
Luego noté que sus labios se dilataban en una sonrisa.
—Podría decir que me recuerdas a mi joven colaborador, solo que eres un poco más alegre que él. ¡Ja, ja! Me gustaría presentaros uno de estos días, ¿sabes? —añadió lanzando otra mirada a mi amigo.
Holmes se limitó a asentir con un leve gesto de la cabeza, farfullando algo. Intuí en su reacción cierto bochorno y, sobre todo, desagrado por ser comparado con otro chico de su edad.
—Espero que no me considere indiscreto si le pregunto por la razón de su visita a Scotland Yard —dijo Lupin por su parte, yendo, como siempre, al grano.
—En absoluto —respondió Field, tranquilo—. Desde anoche somos una especie de socios, ¿no es cierto? —prosiguió—. Y como socios, estáis autorizados a saber que voy a ver a la policía más decidido que nunca a que me escuchen, ¡aunque sea al precio de tener que meterle en la mollera a ese cabeza dura de Babbington toda la información que poseo!
—¡¿Incluso después de todo lo sucedido hasta ahora?! —le pregunté sin poder contenerme.
El investigador suspiró largamente.
—No ha sido fácil tomar esta decisión —confesó—. ¡Por el modo en que Babbington rechazó mi ayuda, me dije
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