El lago del cementerio by Paul Cleave

El lago del cementerio by Paul Cleave

autor:Paul Cleave [Cleave, Paul]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2018-01-01T00:00:00+00:00


CAPÍTULO VEINTISÉIS

Me vuelvo a sentar y espero unos minutos, pensando en lo que ha dicho Landry, intentando decidir si la policía me ayudaría si le dijera la verdad, o si me crucificaría. Cuando me incorporo, tengo que volver a agarrarme del escritorio para recuperar el equilibrio. En ese tiempo, llego a la conclusión de que Landry no tiene ni idea de lo que está hablando, ninguna de estas personas la tiene, y que deberían dejarme en paz.

Desde cada cubículo y cada rincón del cuarto piso, alguien me está mirando. Me dirijo al ascensor. Hace dos años, yo formaba parte de este ambiente. Era uno más del equipo y hacía lo que podía para intentar reparar los pedazos rotos de esta ciudad, para resistir las mareas de violencia creciente de lo que era, y sigue siendo, una batalla perdida. Luego las cosas cambiaron. El mundo cambió. Presenté mi renuncia porque sabía que el departamento me la iba a pedir. No quería quedarme y no sabía qué iba a hacer después de irme. El día que me marché, la gente se me acercaba y me daba palmadas en el hombro o me estrechaba la mano y me decía que fuera lo que fuera lo que hubiera pasado, el desaparecido Quentin James se lo merecía. Nadie dio un paso al frente y dijo que sabía que yo lo había matado, porque nadie lo sabía y, lo que es más importante, nadie quería saberlo. Todos tenían sospechas y todos estaban de mi lado, pero si hubiera aparecido alguna prueba, me habrían encerrado sin remordimientos.

En este momento, esas mismas personas me están mirando con fijeza. Nadie se acerca. Me miran de arriba abajo; estudian mi ropa arrugada y mi cara sin afeitar, y se preguntan qué mierda podría pasar en sus vidas para terminar convirtiéndolos en alguien como yo. Se preguntan cuán lejos estoy de que el alcohol me lleve a la tumba; si será la bebida la que me mate o si terminaré con el cañón de una escopeta en la boca. Joder, todos nos estamos preguntando la misma maldita cosa. Tengo ganas de gritarles que ya no me importa y que no quiero su compasión.

Llego al ascensor y antes de que se cierren las puertas, Landry se cuela en el interior. Lleva un paquete de cigarrillos en la mano.

El ascensor empieza a bajar. Lo siento en el estómago, como si cayéramos a cien kilómetros por hora. Me sujeto de la pared. Cualquiera que sea la conversación que Landry está planeando tendrá que ser corta.

—Sé que los mataste —asegura—. A Alderman y a James.

Se da la vuelta hacia mí y me empuja despacio contra la parte trasera del ascensor. Me apoya la palma de la mano en el pecho y sostiene el brazo estirado, como si mantuviera a distancia de un mal olor.

»El gilipollas de Quentin James… no me importa que lo hayas matado. Diablos, es algo que tenemos en común, porque a veces, a veces, creo que soy capaz de hacer lo mismo.



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