El inocente de Palermo by Silvana Gandolfi

El inocente de Palermo by Silvana Gandolfi

autor:Silvana Gandolfi [Gandolfi, Silvana]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


Santino sonreía. «Flores flores, flores de todo el año, el amor que me diste te lo devuelvo». Era como si entraran por la ventana rosas, ciclámenes, mimosas, tulipanes y azahares.

A menudo aparecía Francesco y rompía esos tiernos momentos. Assunta se callaba de inmediato, tímida.

A Santino, su presencia medio le disgustaba, medio le alegraba.

Muy pronto dejó de necesitar las muletas.

Y llegó la mañana en que el magistrado entró con una cara aún más seria y más decidida que de costumbre.

—Buenos días, Santino —dijo cogiendo una silla y acercándola sin perder un segundo al sillón donde él estaba repantingado.

—Hola —masculló él, cauteloso al ver aquel semblante tan firme.

Francesco se volvió hacia Assunta. Sin hablar, le hizo una señal para que saliera de la habitación.

—Tú y yo debemos tener hoy una conversación importante. ¿Sabes que los médicos dicen que estás curado? Puedes irte de aquí. ¿Estás contento?

Santino hizo un ligero gesto con la cabeza. En realidad, le asustaba la idea de dejar esa habitación.

—Antes de salir de este hospital, tendrás que tomar una decisión. Estás en una encrucijada, amigo mío. Lo quieras o no, debes elegir. Quiero hablarte como a un adulto. Escúchame bien. Hay dos opciones.

Santino estaba muy atento. Había algo diferente en el semblante de Francesco. Nada de halagos, nada de sonrisas calurosas ni de palabras alegres. No empleaba el tono que se usa con un niño; le estaba hablando realmente como a una persona adulta.

—La mafia es algo maligno y hay que luchar contra ella. Esto lo has entendido. Parece invencible, pero no lo es, porque está formada por personas como nosotros. Ningún grupo humano que utilice el mal como arma es invencible, si se quiere combatir contra él de verdad. Pero se necesitan personas con pasión que luchen por la vida con la misma intensidad con la que luchan aquellos que quieren la destrucción y la muerte.

Habló con énfasis, como nunca había hecho hasta entonces.

Santino lo observaba, estupefacto.

Francesco sonrió. El rostro severo se le dulcificó.

—No soy yo quien lo dice. Fue Gandhi. ¿Sabes quién es Gandhi?

—No.

—Gandhi era un hombre que luchó en la India con todas sus fuerzas. Luchó por causas justas, sin usar nunca la violencia.

—Mi padre tampoco era violento. Nunca me pegó.

—Te creo. Tu padre era un buen hombre, no un mafioso. Puede que robara para mantener a vuestra familia, pero no hacía daño a nadie. Estoy convencido. Tu abuelo tampoco había matado nunca una mosca. Pero no tuvieron el coraje de delatar a los mafiosos que frecuentaban. Creían recibir protección de ellos, pero fueron precisamente ellos quienes los mataron. Tu padre y tu abuelo debieron de cometer un sgarro de algún tipo.

—Querían tener dinero para mi primera comunión —soltó Santino con un suspiro.

Francesco se quedó un minuto mirándolo en silencio.

—El dinero para tu primera comunión… Los mataron por esto. ¿Entiendes que haya que meter a gente así de despiadada en un lugar seguro, donde ya no pueda hacer daño?

Si bien de una manera confusa, en aquel momento Santino lo envidió. Envidiaba su seguridad sobre lo que era justo y lo que no lo era, sus ganas de combatir a las fuerzas del mal, su valor.



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