El hombre equivocado by John Katzenbach

El hombre equivocado by John Katzenbach

autor:John Katzenbach [Katzenbach, John]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Psicológico
editor: ePubLibre
publicado: 2006-01-01T05:00:00+00:00


26

El primer allanamiento

Desde el centro del puente de Longfellow podía ver el Charles hasta Cambridge. Hacía frío por la mañana temprano, pero había tripulaciones remando en el centro del río, golpeando al unísono con sus remos las negras aguas y marcando pequeños remolinos en la serena superficie. Había una pátina en el agua, mientras la luz del amanecer la coloreaba. Oyó a las tripulaciones gruñendo a la vez, con el ritmo marcado por la firme voz del timonel, habitualmente el tripulante más pequeño. Le gustaba ver cómo el más débil físicamente del equipo ordenaba a hombres corpulentos y fuertes. El más menudo era el más importante: era el único que podía ver y controlar el rumbo. A O’Connell le gustaba pensar que, aunque era lo bastante fuerte para tirar de un remo, también era lo bastante listo para sentarse en popa con el timón.

El paso de peatones del puente era un lugar al que solía ir a pensar cuando necesitaba resolver un problema complicado. El tráfico se movía veloz por la calzada. Los peatones mantenían su paso vivo. Allá abajo, el agua fluía hacia el mar, y en la distancia los convoyes del metro pasaban llenos de trabajadores. A O’Connell le parecía ser el único que estaba quieto. El ajetreo corriente de la ciudad debería haberlo distraído, pero allí donde se encontraba lograba concentrarse plenamente en cualquier dilema que tuviera entre manos.

«Tengo dos —pensó—: Ashley y Murphy, el ex policía».

Tenía claro que el camino hacia Ashley pasaba por Scott o Sally. Era simplemente cuestión de encontrarlos, y confiaba en lograrlo. El obstáculo, sin embargo, era el ex madero, un hueso duro de roer. Se relamió, saboreando todavía la sangre, sintiendo la hinchazón donde le había abofeteado. Pero el enrojecimiento y los cardenales se desvanecerían mucho más rápido que su memoria. En cuanto O’Connell se acercara a los padres, le soltarían al sabueso. Y aquel ex poli tenía pinta de peligroso. «Quizás algo menos de lo que alardeó», pensó. Se recordó un hecho crucial: en todos sus tratos con Ashley y su familia siempre había ostentado el poder. Si tenía que haber violencia, debía estar bajo su control. Pero la presencia de Murphy cambiaba ese equilibrio, y no le gustaba.

Se agarró al murete de hormigón con ambas manos. La furia era como una droga que venía en oleadas, convirtiendo todo lo que veía en un calidoscopio de emociones. Durante un instante contempló el oscuro río que discurría bajo sus pies y dudó que incluso su temperatura casi helada pudiera enfriarlo. Resopló despacio, controlando su ira. La furia era su amiga, pero no podía dejar que actuara en su contra. «Concéntrate», se ordenó.

Lo primero era poner a Murphy fuera de la circulación.

No sería demasiado difícil. Arriesgado sí, pero no imposible. No tan fácil como Scott, Sally y Hope, que con unos cuantos trucos de ordenador habían temblado como varas al viento. Pero tampoco fuera de su alcance.

Contempló el agua y vio que una de las tripulaciones descansaba. El bote se deslizaba por



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