El gran inquisidor by Miquel Fañanàs
autor:Miquel Fañanàs [Fañanàs, Miquel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2015-01-31T16:00:00+00:00
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Aquella a quien llamaban Adelaida Cardona en realidad se llamaba Adelaida Borull pero desde el momento en que entró en la Corte del Rey todos la conocían por el apellido del Vizconde de Cardona puesto que era sabido que la muchacha era hija ilegítima suya. Su madre era una de las mujeres que trabajaban en las minas de sal para el dueño del castillo quien un buen día se encaprichó de ella y la dejó embarazada. La mujer en cuestión estaba casada con el campesino Pedro Borull, pero en este caso, el noble no la repudió ni la mandó lejos sino que permitió que se quedara en sus tierras y cuidara de la niña junto con su marido, quien aceptó aquella criatura que no era suya sino del Señor de los cultivos y de la sal. La niña creció en un entorno de privaciones, pero no de miseria. Sus padres le dieron el amor que no podía esperar de su verdadero progenitor y fue creciendo en una de las casas más humildes del pueblo que se expandía al pie del castillo.
Todo parecía ir bien hasta que a los quince años la Adelaida conoció a un chico de quien se enamoró perdidamente. Para su desgracia, el muchacho era uno de los hijos del Señor de Cardona. Se llamaba Alfonso, tenía veinte años recién cumplidos, era alto, rubio y muy apuesto. Se vieron por vez primera en el almacén de la sal donde Adelaida solía ir a menudo para ayudar a su madre y dio la casualidad de que aquel día el joven Alfonso también decidió entrar para así conocer de primera mano las propiedades y los negocios del padre puesto que tarde o temprano tendría que hacerse cargo de las tareas de la administración. Era la hora del almuerzo y los trabajadores preguntaron al joven amo si le apetecía acompañarlos y compartir con ellos la sopa de calabaza y el tocino que tenían preparados y este los sorprendió aceptando de buen grado la invitación. Se sentó justo delante de Adelaida y lo cierto es que en cuanto se cruzaron las miradas nació entre ellos la chispa de la pasión, llegando hasta tal punto su turbación que se olvidaron por completo de las viandas puestas en la mesa. En aquella ocasión no se dirigieron apenas la palabra aunque durante toda la comida no dejaron de mandarse silenciosos mensajes de amor. Acabado el almuerzo, el joven Alfonso tuvo ocasión de estar a solas con Adelaida, momento que aprovechó para pedirle la oportunidad de un nuevo encuentro, a poder ser aquella misma noche y a solas. Ella, ya fuera porque se trataba del hijo del amo o porque descubrió que le gustaba que el corazón le latiera de forma tan acelerada, lo cierto es que dijo que sí, que podían encontrarse tras el molino cuando el sol se pusiera pero no más tarde porque sus padres la echarían de menos.
Aquella fue el primero de los repetidos encuentros que se sucedieron durante los días siguientes.
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