El gran farol by Maria Konnikova
autor:Maria Konnikova [Konnikova, Maria]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Memorias, Psicología
editor: ePubLibre
publicado: 2020-01-01T00:00:00+00:00
El jugador y el nerd
Montecarlo, abril de 2017
Debo rendir homenaje a esa enérgica pero caprichosa dama, la Suerte, que eligió otorgar su beneficencia a mi vida a pesar de que he pasado gran parte de mi vida matemática intentando demostrar que, en realidad, no existe.
MARK KAC, Enigmas of Chance, 1985
Soy el puto James Bond. Viajando en helicóptero desde Niza a Montecarlo. Konnikova. Maria Konnikova. No suena exactamente igual, pero a mà me vale. Además, James Bond no estarÃa aterrorizado. Yo, he de confesar, estoy redactando mentalmente mi obituario. Después de todo, los helicópteros se estrellan con una frecuencia alarmante: 3,19 accidentes por cada 100â¯000 horas de vuelo, según me informo en la página web de la Federal Aviation Administration varias semanas antes de mi viaje, tras escribir en Google la tÃpica frase que cualquier persona normal busca antes de viajar: «Ãndice de accidentes helicóptero». ¿Eso es mucho? ¿Poco? No lo sé, pero no me hizo ninguna gracia descubrirlo. 3,19 es demasiado para mi gusto. ¿Qué clase de sádico inventó el helicóptero? Esas finas palas girando a velocidad suficiente como para decapitarte en un milisegundo.
Paso la última hora de mi vuelo nocturno desde Nueva York intentando adquirir un agradable estado zen. Después de todo esta va a ser mi gran entrada. Mi irrupción en el auténtico mundo del póquer, por asà decirlo. O eso es al menos lo que me digo a mà misma. Montecarlo forma parte de las grandes ligas. Todo lo que he hecho hasta ahora ha sido un entrenamiento. Los torneos diarios de Las Vegas, el Foxwoods y el Maryland Live!: pasatiempos de poca monta. Montecarlo: un escenario internacional. No quiero que nadie me vea aterrorizada. Por desgracia, esa hora que he dedicado a cultivar mi calma interior queda en nada tras la eternidad que tengo que pasar en el aeropuerto de Niza después de aterrizar. Cuando llego al mostrador para la conexión con el helicóptero, me dicen que las condiciones de vuelo en Niza son demasiado peligrosas y que todos los vuelos de la compañÃa Monacair han quedado temporalmente suspendidos. Les doy a entender que podrÃa ir en coche, pero no, no, insisten, merece la pena esperar por el helicóptero.
¡Buenas noticias! Una azafata llega corriendo y me dice que ha habido «a bref éclaircissement des nuages» y que la siga, «vite, vite, sâil vous plaît», y embarque si no quiero perderlo. No perderme el claro entre las nubes, quiere decir. Corro tras ella, arrastrando mis bolsas, aterrorizada. ¿Qué pasarÃa si no voy tan vite y nos lo perdemos? No estoy preparada para viajar al estilo James Bond, sobre todo porque mi coordinación óculo-manual no está tan desarrollada como la suya.
El terror no tarda en transformarse en asombro cuando las nubes se aclaran y puedo ver perfectamente el azul del Mediterráneo, rodeado de cerros con colores cegadores. Franjas de ocre, amarillo brillante, verde profundo. Rocas dentadas que desaparecen bajo las olas. Es verdaderamente hermoso y, durante unos minutos, olvido mi fallecimiento inminente. Imagino mi aspecto, con el pelo alborotado por el viento, mi mirada tranquila, preparada para la grandeza.
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