El fallo by Antonis Samarakis

El fallo by Antonis Samarakis

autor:Antonis Samarakis [Samarakis, Antonis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: 13insurgentes
publicado: 1971-01-01T00:00:00+00:00


Sintió un escalofrío cuando vio los dos pequeños círculos. Creía que el dibujo se había quedado sobre la mesilla del Café Deportivo. «Otro agente, quizás el segundo “comerciante” lo habrá cogido después de mi arresto», pensó. E hizo un esfuerzo por sonreír.

—Son dos pequeños círculos —dijo.

—¡Muchas gracias! Ya veo que son dos pequeños círculos. Pero ¿qué sentido tienen estos dos pequeños círculos?

—No tienen ningún sentido. Dos pequeños círculos. Y nada más. Cogí un papel de fumar y para matar el tiempo… ¡Oh, no me vaya a decir que son sospechosos estos dos pequeños círculos! Igual hubiera podido dibujar dos pequeños rectángulos o dos pequeños rombos.

El Jefe echó una mirada al dibujo y pareció no quedar del todo convencido.

—¿Y quién me garantiza a mí que no se trata de un plano sospechoso? ¿De dos escondrijos, de dos depósitos secretos de armas para emplearlas en un momento dado en contra del Régimen?

—Son dos pequeños círculos.

—Quítese el zapato del pie derecho. Y el calcetín.

Miró al Jefe como si no hubiera oído qué le había dicho y esperara una repetición.

—He dicho: quítese el zapato del pie derecho y el calcetín.

Y el del izquierdo, y su calcetín también.

Hizo lo que le pedía el Jefe, el cual se le había acercado y examinaba atentamente los pies, primero uno y luego el otro.

—Sí, tiene en efecto un callo en el pie derecho —le dijo—. Y no en el izquierdo. En consecuencia, sobre este particular no tengo nada que decir.

No había dormido la noche anterior. Pero ¿cómo pegar ojo después de la noticia que le diera el Jefe, cuando, pasadas las diez, lo volvieron a llamar a su despacho? «Mañana por la mañana lo trasladarán a la capital. Órdenes de la Central. Su cómplice ha marchado ya, bajo escolta, naturalmente. Los datos resultantes del interrogatorio a que se le sometió fueron tales que se consideró necesario su traslado inmediato a la Central. Con ello termina mi intervención en el “Caso del Café Deportivo”. Ahora se encargará la Central de este asunto».

No, realmente, esta noticia no la esperaba. Desde el momento que supo que iba a ser trasladado a la Central, se puso en estado de alerta. Un secreto instinto prendió fuego en él: no permitir que lo llevaran a la Central. Una vez allí no habría escapatoria, aquello era literalmente una ratonera. Con toda seguridad, aquel traslado no presagiaba nada bueno. ¿Qué habría podido ocurrir para hacerse necesario este traslado? ¿Por qué no lo confrontaban aquí con el otro y los interrogaban juntos? Estaba en la oscuridad, pero trató de hacer un poco de luz en todo esto; examinó todas las contingencias posibles. ¿Es que el otro había confesado y las revelaciones que hizo fueron o las consideraron tan importantes que la Central lo había reclamado con toda urgencia? Era posible. El Servicio Especial no tenía por costumbre hacer sus interrogatorios con demasiada blandura. ¡Ni mucho menos! Ni a él lo dejaba muy tranquilo el modo comedido y discreto como hasta ahora lo habían interrogado. Al contrario, la



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