El Enemigo Interior by Sergio Alejo Gómez

El Enemigo Interior by Sergio Alejo Gómez

autor:Sergio Alejo Gómez [Alejo Gómez, Sergio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2016-02-29T16:00:00+00:00


CAPÍTULO XVI

Hacía tan solo un instante que se había metido en la cama cuando el ruido de pasos le hizo incorporarse. Alguien acababa de entrar en su tienda, encendió tan rápido como pudo el candelabro y esgrimió con la otra mano el pugio que guardaba bajo su almohada. Se acercó hasta la zona principal del habitáculo, que de repente se iluminó con la luz que emitían las velas, mostrándole una figura sentada en una de las sillas. Respiró aliviado al ver de quién se trataba. Sin decir nada se acercó hasta donde estaba sentado el hombre, y al llegar a su altura le dijo:

—¿Qué tal ha ido?

El hombre se quedó en silencio mientras se servía una copa de vino. Se la bebió de un solo trago y seguidamente se sirvió otra. Se echó para atrás apoyándose en el respaldo de la silla, mientras se aflojaba los brazales de cuero y desabrochaba poco a poco la capa oscura. Resopló ligeramente y entonces miró a su interlocutor. Tras eso empezó a hablar:

—Podríamos decir que bien, aunque no tanto como esperaba.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Sexto.

—No estaban todos los legionarios en la tienda cuando le prendí fuego —dijo mientras daba otro sorbo a la copa.

—Claro, Valerio, Aurelio y el optio Cornelio vinieron a verme poco después de que te marcharas —dijo el hombre mientras ponía cara de asombro al empezar a percatarse sobre cuál había sido la táctica utilizada por Flavio para acabar con los legionarios—. Intenté por todos los medios despacharlos con presteza para ver si regresaban a la tienda antes de que actuases. Aunque no me especificaste cuáles iban a ser tus planes deduje que te interesaba tenerlos a todos juntos en el mismo lugar.

—Preferí no comentarte nada acerca de la manera en la que iba a proceder. Cuando llevé a cabo mi plan pensé que estarían todos durmiendo, aunque me equivoqué —dijo el asesino—. Y cuando les vi aparecer era demasiado tarde, ya había llevado a cabo la acción.

—Disculpa, no tuve tiempo de avisarte, aunque se hubiesen marchado inmediatamente habría sido difícil por no decir imposible encontrarte. No contaba con que viniesen a verme —apuntó de nuevo el funcionario.

—Lo sé, no te preocupes —dijo con calma Flavio mientras daba otro sorbo al vino—. Por lo menos sus otros compañeros han pasado a mejor vida.

—¿Estás seguro? ¿Cómo lo has hecho? —preguntó de nuevo.

—Decidí que una manera rápida y efectiva de acabar con todos de un solo golpe era prender fuego a la tienda mientras dormían —relató Flavio.

—Sin duda, una buena manera de acabar con todos —dijo Sexto.

—Dos de ellos salieron de la tienda. Uno murió en brazos de Valerio y sus compañeros, que llegaron justo en ese instante —dijo el asesino satisfecho.

—Has dicho dos, ¿qué fue del segundo? —inquirió el hombre.

—Estaba envuelto en llamas, aunque consiguieron apagarlo haciéndole rodar por el suelo. Supongo que también moriría como el otro —dijo Flavio encogiéndose de hombros y tomando otro trago de vino—. No vi salir a nadie más del interior, por lo que deduzco



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