El dolor de la muerte by Tim Svart

El dolor de la muerte by Tim Svart

autor:Tim Svart [Svart, Tim]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2017-07-22T00:00:00+00:00


33

El equipo de Jo Talkötter se había reunido y todos parecían estar de muy buen humor. Sobre una de las mesas había una bandeja con galletas y bocadillos, además de champán y zumo de naranja. El propio Talkötter estaba en ese momento hincándole el diente a un bagel de sésamo con varias capas de relleno cuando, media hora tras el inicio de la reunión, los dos comisarios pisaron la sede subterránea de los técnicos de la científica.

—Anda, pero si son los compañeros del frente —exclamó Talkötter con la boca llena—. No me digáis que os ha llegado el olorcito de las ricas viandas que tenemos aquí preparadas.

—¿Es que no estábamos invitados? —bromeó Karre—. Pero ahora en serio, ¿qué estáis celebrando? ¿Algún cumpleaños?

—Nada de cumpleaños. —Talkötter tragó el resto del bagel y se limpió la boca con el dorso de la mano—. Estamos celebrando la llegada de Sasha al equipo.

Karre miró a su alrededor hasta dar con la persona de la que seguía sin poder decir si se trataba de un hombre o de una mujer. Hoy, a diferencia que en su primer encuentro, no llevaba gorra, por lo que pudo ver el original peinado de Sasha a base de mechones disparados en todas las direcciones con mechas rubias intercaladas. En la oreja derecha llevaba seis aros de plata, mientras que al otro lado solo eran tres. Los indicios inclinaban a Karre a creer que el fenómeno «Sasha» se identificaba con una compañera, pero asegurarlo no se atrevía.

—¡De nuestra parte también te damos la bienvenida! —le gritó a la presunta compañera—. Si hubiésemos sabido que estabais de fiesta, hubiésemos traído algo, ¿a que sí? —Y miró a Willi Hellmann.

—Por supuesto —le contestó este y se acomodó en una silla que quedaba libre.

—¿Qué os apetece? —Sasha se había acercado y les indicó la bandeja con los bocadillos—. Serviros con total libertad.

Karre hizo un gesto de negación.

—No, gracias. Jo, tenemos que hablar contigo. ¿Tienes un momento?

—Claro. Cuéntame.

Karre le echó una mirada significativa a la gente de Talkötter. Nadie parecía prestarles atención alguna, pero, aun así, Karre le susurró:

—En privado.

Talkötter suspiró. Cuando el comisario jefe se andaba con tanto secretismo, no solía significar nada bueno. Pero no recordaba ni una sola vez en la que le hubiera negado algo a Karre, por muy rara que le hubiese parecido la petición, así que su respuesta fue:

—Claro. Vayamos a la oficina de al lado.

Karre y Willi lo siguieron.

—He vuelto a traerte algo —comenzó Karre yendo directo al grano.

—Por qué será que ya me lo imaginaba. A ver, enseña. —Cuando Karre dejó sobre la mesa una bolsita llena de casquillos de bala que salió de las profundidades del bolsillo del pantalón, al técnico se le ensancharon las pupilas—. ¿Otra vez? —dijo alzando los ojos al cielo—. Oye, ¿de dónde sacas todo esto? Dentro de nada tendrás como para abrir una tienda.

—¿Le podrías echar un vistazo? Lo que más me interesa es saber si una de las balas salió del arma que ya conocemos, si una de las balas coincide con alguno de los casquillos de la colección que ya tenemos.



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