El custodio de agravios by Gav Thorpe

El custodio de agravios by Gav Thorpe

autor:Gav Thorpe [Thorpe, Gav]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Fantástico
editor: ePubLibre
publicado: 2005-01-01T00:00:00+00:00


Agravio quinto

El agravio goblin

Por las chimeneas de la cervecería salían vapor y humo, que ascendían rápidamente por los cañones ribeteados de oro hacia el cielo de la montaña. Los grandes secaderos de lúpulo destellaban a la luz del sol matinal, y kilómetros de brillantes tuberías de cobre asomaban a través de las paredes de piedra y se enroscaban unas alrededor de otras.

La cervecería había sido construida sobre los cimientos de la planta original, que se extendía desde el lado sur de la fortaleza, en lo alto de la montaña, y dominaba el Agua Negra. Desde el cavernoso interior de Zhufbar, el edificio salía al exterior y cubría una amplia extensión de la montaña: un sólido edificio de piedra gris, ladrillo rojo y metal. Un estrecho torrente de aguas rápidas caía por la ladera desde lo alto y desaparecía en las profundidades de la cervecería porque los enanos usaban sólo el agua de fuente más pura para hacer su cerveza.

Cuanto la construcción se aproximaba a su fin, los maestros cerveceros y sus clanes habían leído los viejos libros de recetas, y habían enviado pedidos de los mejores ingredientes a las otras fortalezas de enanos y a los territorios del Imperio. Los vastos almacenes de la cervecería estaban entonces rebosantes de barriles de diferentes maltas y cebadas, levadura y miel, y otros ingredientes secados al sol, algunos de ellos secretos propios de un clan durante muchas generaciones.

Barundin se encontraba de pie sobre un entarimado hecho con muchos barriles vacíos, rodeado por una numerosa hueste de enanos, ante la entrada de la cervecería. Junto a él, estaban los maestros cerveceros y los ingenieros, Wanazaki entre ellos. El enano itinerante había renovado sus juramentos ante el gremio y, en un acto de clemencia, le habían ahorrado el Ritual de la Pernera de Pantalón y el destierro. A cambio, había consentido en trabajar gratis en la reconstrucción de la cervecería, un acto que redimiría incluso al enano más rebelde. Con ayuda de Wanazaki, el trabajo había progresado aprisa, y entonces, sólo tres años después de su regreso, la cervecería estaba terminada.

En una mano, el rey tenía granos de cebada que apretaba nerviosamente en la palma mientras esperaba que la multitud se instalase. El sol le calentaba la cara incluso a esa temprana hora de la mañana, y estaba sudando profusamente. Cuando se hizo el silencio, Barundin se aclaró la garganta.

—Hoy es un gran día para Zhufbar —comenzó el rey—, un día de orgullo. Es un día en el que, una vez más, podemos reclamar nuestra herencia ancestral.

Barundin alzó la mano y dejó que los granos de cebada cayeran poco a poco a través de los dedos, repicando sobre los barriles de madera que tenía bajo los pies.

—Una simple semilla, podrían pensar algunos —continuó, contemplando por encima de la multitud las montañas de más allá—. Pero nosotros no, no quienes conocen los verdaderos secretos del cerveceo. Estas simples semillas contienen la esencia de la cerveza, y por tanto, nuestra esencia. Mediante la cerveza podemos juzgar las mejores cualidades, porque requiere conocimiento, habilidad y paciencia.



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