El crimen de la calle de Fuencarral by Perez Galdos Benito

El crimen de la calle de Fuencarral by Perez Galdos Benito

autor:Perez Galdos, Benito
La lengua: spa
Format: epub
editor: Siruela
publicado: 2024-02-23T11:07:17+00:00


III

Madrid, 15 de agosto de 1888

Señor director:

Hace unos días tomó cuerpo la creencia de la culpabilidad de Varela, cuyas salidas de la cárcel parecían probadas, aun en el día mismo del crimen. No he visto nunca mayor excitación en Madrid por un asunto de esta naturaleza. Por las noches, un gentío inmenso aguarda la salida de los periódicos en las inmediaciones de las oficinas de estos. No se habla de otra cosa en círculos y cafés. La prensa consagra al proceso la mayor parte de sus columnas, y no puede negarse que ha prestado alguna ayuda a la justicia.

Lo más importante que debe consignarse es que no resulta nada contra el amante de Higinia, que es aquel personaje misterioso a quien se buscaba y que al fin pareció en Oviedo. Fernando Blanco, que así se llama el tal, ha probado que no se hallaba en Madrid el día del crimen. Sus declaraciones comprometen gravemente a Higinia, pues esta le manifestó en mayo o junio sus proyectos de un arriesgado negocio que le produciría bastante dinero.

Pero el suceso de más sensación es el testimonio de un empleado de la cárcel llamado Ramos, el cual manifiesta que Varela salió el 1.º de julio con consentimiento del director de la cárcel, señor Millán Astray, y añade haber oído de labios del mismo Varela el relato del crimen. Muchos consideran falso o exagerado este testimonio, y otros lo dan como artículo de fe. Examinada imparcialmente la manifestación de Ramos, no puede negarse su inverosimilitud. Según este individuo, Varela entró en la cárcel borracho en la madrugada del día 2 de julio. De buenas a primeras, refiere a otros presos el asesinato de su madre, perpetrado por él mismo, con ayuda de sus amigos, y con circunstancias tan atroces y repugnantes que no parecen caber dentro de los límites de lo posible. Además, la relación atribuida por Ramos al desnaturalizado hijo está en contradicción manifiesta con lo declarado por Higinia Balaguer al acusar al hijo de la víctima.

Se generaliza bastante la creencia de que Higinia y Dolores Ávila fueron únicas autoras del crimen. No se concibe, en efecto, que si consumó el atroz delito un hombre avezado a estos horrores, dejara viva a la criada. Ni es creíble que esta, si no estaba en connivencia con el asesino, presenciara con tanta tranquilidad la escena, saliese a la calle en busca del petróleo y volviese a la casa sin temor de que el autor de la muerte de doña Luciana matase también a la criada para hacer desaparecer el único testigo presencial del caso. La relación de la Balaguer, así como la que Ramos atribuye al propio Varela, tienen todas las apariencias de cosa fantástica y mal compuesta para salir del paso.

¿Pero qué motivos pueden haber inducido a Ramos para inventar semejante historia? Esto no se lo explica nadie; este es otro de los misterios que envuelven al horroroso crimen. La complicación personal del director de la cárcel en este asunto le da los más dramáticos caracteres.



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