El conde duque de Olivares by Gregorio Marañón

El conde duque de Olivares by Gregorio Marañón

autor:Gregorio Marañón [Marañón, Gregorio]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Historia
editor: ePubLibre
publicado: 1936-01-01T00:00:00+00:00


24. La conspiración de las mujeres

La leyenda de la conspiración

LA Historia suele gustar de que ante la posteridad aparezcan, en el momento de producirse sus grandes acontecimientos, hombres o mujeres con el aire heroico de ser ellos los causantes directos de las efemérides. Mas, en la realidad, son estos personajes hijos y no gestadores del suceso, si bien le padecen y le imprimen, a lo sumo, un cierto ritmo y dirección. Así ocurrió con el episodio de la caída de Olivares. Todos creyeron entonces que el memorable suceso se produjo gracias a la intrepidez personal de la Reina Isabel y al esfuerzo de otras mujeres que la rodeaban. Se habló y se habla todavía de una «conspiración de las mujeres» que hizo derrumbarse al inexpugnable tirano. Ahora es el momento de analizar la actividad y la exacta eficacia de las cuatro mujeres antiolivaristas.

Hay que reconocer, para explicarnos la leyenda, el profundo significado mítico de estos personajes femeninos. Uno, la Reina Isabel, representaba, encarnado en una mujer llena de belleza y de gracia, el amor conyugal y el sentimiento de la realeza, celosos y ofendidos. La Duquesa de Mantua era la intriga cortesana y el instrumento de la pasión de los nobles agraviados. Por Doña Ana de Guevara, la nodriza vieja, hablaba la familiar tradición, la antigua Corte de Felipe III y el Duque de Lerma y, además, la sibila popular que conducía hasta los oídos del Rey la queja de las muchedumbres. Y, finalmente, Sor María de Agreda, la que oía a Dios en sus raptos, era el voto santo, el decisivo para el Monarca más creyente de la cristiandad.

Aún podría agregarse a esta lista Doña María de Austria, la hermana del Rey, novia fugaz del Príncipe Carlos de Inglaterra y Reina de Hungría después. Se dice, en efecto, que era, desde los comienzos del valimiento de Olivares, una de las aliadas de la Reina Isabel; y que la Condesa Doña Inés, respiró con satisfacción al marchar la Infanta a su jornada matrimonial, porque era un elemento levantisco en el cuarto de la Soberana. Hay que hacer pasar todo esto por el cedazo de la crítica. Igualmente se habla, por ejemplo, del odio al Valido de los Infantes Don Carlos y Don Fernando, y está comprobado, como se ha visto más arriba, que tal odio no existió jamás. Más verosímil era, sin embargo, en ella que en sus hermanos; por el hecho de ser mujer y de participar de la aversión colectiva del sexo al Conde-Duque; en este caso, aumentado por la notoria y personal intervención que tuvo el Valido en la ruptura de su noviazgo romántico con Carlos de Inglaterra. Es muy perspicaz la indicación de Mercedes Gaibrois de que cuando, como luego veremos, el Marqués de Grana, embajador de Alemania en Madrid, aconsejó a Felipe IV, en nombre de su Soberano, la expulsión de su primer ministro, es probable que fuera la Reina Doña María la que hubiera puesto más aversión en el consejo[671].

El sentido simbólico de esta conspiración es, pues, muy grande y por eso su leyenda ha durado tanto.



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