El certificado by Isaac Bashevis Singer

El certificado by Isaac Bashevis Singer

autor:Isaac Bashevis Singer [Singer, Isaac Bashevis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Realista
editor: ePubLibre
publicado: 1991-12-31T16:00:00+00:00


V

1

Mi pasaporte me aguardaba en la oficina gubernamental, pero se produjo una demora. Necesitaba un certificado de la agencia tributaria que demostrase que estaba al día con mis impuestos. El cónsul inglés exigía también la presentación de un certificado de buena conducta. Yo sospechaba que Barish Mendl había provocado el retraso para sacarnos más dinero. Se expresaba de forma confusa, con voz nasal, y su aire taimado inspiraba desconfianza. Pero tal vez sólo fueran imaginaciones mías. Minna había cometido el error de pagarle por adelantado. El hombre estaba enredado en alguna clase de especulación: lo había oído disculparse por teléfono prometiendo el pago de una deuda importante. Hablaba una mezcla de yiddish y polaco mientras daba largas caladas a un cigarrillo que dejaba en equilibrio sobre el borde del cenicero. Regañaba a su esposa, y en una ocasión, de las muchas en que su hija se presentó para pedirle dinero, exclamó: «¡Yo no tengo una fábrica de billetes!». Ella salió de allí con su andar gatuno, echándole una mirada de desprecio.

En esos momentos mi hermano estaba viajando por varias ciudades de Galitzia, en las que daba conferencias y ofrecía lecturas de sus obras. Susskind Eijl, por su parte, le había pasado algunos trabajos de los que no tenía tiempo de ocuparse. El hecho de que Aarón acabara de regresar de Rusia le confería cierto prestigio entre la gente de izquierdas. Ida, mi cuñada, había encontrado empleo en una clínica. Edusha trabajaba en la mueblería y no estaba en casa en todo el día.

Llamé por teléfono a Sonia, quien me contó que el cortador de polainas con el que había salido varios sábados por la tarde acababa de proponerle matrimonio. Había comprado una máquina de coser en Varsovia y pensaba abrir su propio taller en la pequeña ciudad de la que ambos provenían. Sonia se embarcó en un largo monólogo:

—¿Qué sentido tiene seguir con mis amos y dejar que mi pelo encanezca mientras tanto? Los años pasan. Me gano la vida, pero ni siquiera tengo una habitación propia. Mis amos siguen tratándome como a una sirvienta. Hace nueve años que vivo en Varsovia, ¿y qué he conseguido? Los hombres de esta ciudad pretenden dotes enormes, y la verdad es que no he ahorrado ningún dinero. Mendl me dará un hogar; quiere tener hijos, llevar una vida normal. Pero… no estoy enamorada de él. Es un hombre agradable, pero blando, y no para de quejarse. Habla por los codos y zumba como una abeja. Por otra parte, me he acostumbrado a la gran ciudad. Cuando pienso en la plaza del mercado desierta y las calles sin pavimentar, se me cae el alma a los pies. Apenas terminado Purim el pueblo se convierte en un lodazal en el que uno chapotea hasta Shevuoth. Por las noches se encienden lámparas de queroseno. Después de casadas, las chicas se convierten en matronas que hablan mal las unas de las otras. ¿Qué queda, entonces?

—¿Qué harás, Sonia?

—No lo sé, David. Mendl me pide una respuesta clara, pero yo le estoy dando largas.



descargar



Descargo de responsabilidad:
Este sitio no almacena ningún archivo en su servidor. Solo indexamos y enlazamos.                                                  Contenido proporcionado por otros sitios. Póngase en contacto con los proveedores de contenido para eliminar el contenido de derechos de autor, si corresponde, y envíenos un correo electrónico. Inmediatamente eliminaremos los enlaces o contenidos relevantes.