El Capitán Veneno by Pedro Antonio de Alarcón

El Capitán Veneno by Pedro Antonio de Alarcón

autor:Pedro Antonio de Alarcón [Alarcón, Pedro Antonio de]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 1881-01-01T00:00:00+00:00


III. La convalecencia

Sin novedad alguna que de notar sea, transcurrieron otros quince días, y llegó aquel en que nuestro héroe debía abandonar el lecho, bien que con orden terminante de no moverse de una silla y de tener extendida sobre otra la pierna mala.

Sabedor de ello el marqués de los Tomillares, cuya visita no había faltado ninguna mañana a D. Jorge, o, más bien dicho, a sus adorables enfermeras, con quienes se entendía mejor que con su áspero y rabioso primo, le envió a éste, al amanecer, un magnífico sillón-cama, de roble, acero y damasco, que había hecho construir con la anticipación debida.

Aquel lujoso mueble era toda una obra maestra, excogitada y dirigida por el minucioso aristócrata: estaba provisto de grandes ruedas que facilitarían la conducción del enfermo de una parte a otra, y articulado por medio de muchos resortes, que permitían darle forma, ora de lecho militar, ora de butaca más o menos trepada, con apoyo, en este último caso, para extender la pierna derecha, y con su mesilla, su atril, su pupitre, su espejo y otros adminículos de quita y pon, admirablemente acondicionados. A las señoras les mandó, como todos los días, delicadísimos ramos de flores, y además, por extraordinario, un gran ramillete de dulces y doce botellas de champagne, para que celebrasen la mejoría de su huésped. Regaló un hermoso reloj al médico y veinticinco duros a la criada, y con todo ello se pasó en aquella casa un verdadero día de fiesta, a pesar de que la respetable guipuzcoana estaba cada vez peor de salud.

Las tres mujeres se disputaron la dicha de pasear al Capitán Veneno en el sillón-cama; bebieron Champagne y comieron dulces, así los enfermos como los sanos, y aun el representante de la medicina: el Marqués pronunció un largo discurso en favor de la institución del matrimonio, y el mismo D. Jorge se dignó reír dos o tres veces, haciendo burla de su pacientísimo primo, y cantar en público —o sea delante de Angustias— algunas coplas de jota aragonesa.



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