El barón del arenque by Anna Ihrén

El barón del arenque by Anna Ihrén

autor:Anna Ihrén [Ihrén, Anna]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2022-08-01T00:00:00+00:00


* * *

Hugo Blake había propuesto que hablaran en la cocina; era imposible saber si se debía a que tenía hambre después de la jornada en el mar o a que se sentía seguro cerca de Stina, una presencia constante en su vida desde su nacimiento. Angelika se había retirado a sus aposentos. Nathalie y Emir se habían ido a cenar algo; si no conseguían encontrar sitio en el muelle, que era un hervidero de gente, tendrían que ir a la pizzería de al lado del supermercado Ankaret. Hacían buenas pizzas, pero comer lejos del Smögenbryggan en una tarde-noche así era como una Navidad sin Papá Noel.

El cabello de Hugo se había aclarado tanto que a Sandra le recordó al tono blanco con el que había pintado los marcos de su casa en primavera. Aunque el piso era propiedad de la librería de Kungshamn, le parecía que no hacía daño por arreglar algunas cosas.

Dennis siguió a Hugo y a Sandra a la zona de la cocina. Hasta ahora habían estado en el vestíbulo, el comedor, la biblioteca y el salón, pero la cocina era una región inexplorada, así como los dormitorios de la primera y la segunda planta.

Stina estaba atareada en la cocina, entre ollas y fuentes. Faltaba poco para servir la cena, momento en el que se reunirían los miembros que quedaban del clan.

—Hola, mami —saludó Hugo, y besó a Stina en la mejilla. El rostro del ama de llaves se iluminó con la entrada del hijo de la casa en su territorio—. No he probado bocado en todo el día. ¿Tienes algo para mí? Por cierto, ¿quieren comer algo ustedes también? —Hugo se dio la vuelta hacia Dennis y Sandra, quienes negaron con la cabeza intensamente, a pesar de tener un hambre canina. La jornada aún no había terminado y tendrían que esperar.

—¿Podemos sentarnos aquí? —Dennis señaló unos sencillos taburetes altos junto a la gran mesa para amasar, sobre la que esperaba una bandeja para ser metida en el horno de leña chisporroteante.

—¡Claro! Pero no toquen los bollos de Stina porque se lo toma muy en serio. —Hugo rio a carcajadas; no cabía duda de que era el individuo más bronceado de toda la familia—. ¿Han encontrado a Belle? —Su tono se volvió serio de golpe, y clavó los ojos en los agentes con tal intensidad que incluso Sandra apartó la mirada.

—Aún no —masculló Sandra—. Por eso estamos aquí. No nos dan la información que necesitamos.

—La información no es algo que se da, hay que buscársela —replicó Hugo con voz firme.

Sandra se mordió los labios. Era la enésima vez que visitaban la casa del comerciante y la disposición a cooperar de los miembros de la familia era inexistente. ¡Qué mala leche le entraba al pensarlo! Aquella gente era escurridiza como una anguila y, encima, el gallito de la casa tenía la desfachatez de quejarse del trabajo de la policía.

—Hugo, Belle podría estar en grave peligro. Si no cooperan, aumenta el riesgo de que el final del caso no sea el deseado —argumentó Dennis.



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