El ático by Mar Izkue

autor:Mar Izkue [Izkue, Mar]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga
editor: ePubLibre
publicado: 2021-05-15T00:00:00+00:00

* * *

Me concentré en ello, tenía que velar por los intereses de mi marido. Busqué en Linkedln el contacto de una buena agencia de publicidad, conocía a alguien que trabajaba allí. Intercambié correos con el director y concerté una reunión para dentro de unos días a última hora de la tarde. Estaba en Madrid, pero me daba tiempo de sobra para ir en tren después del trabajo y volver a casa a dormir. Comenzaba a apreciar lo práctico y cómodo que era vivir en mi nueva ciudad.

Fue una sorpresa agradable descubrir que la agencia se encontraba en un noble edificio del barrio de Las Salesas, tenía entrada por un antiguo paso de carruajes con columnas que llegaban hasta sus altísimos techos y una preciosa fachada de piedra blanca llena de elegantes balcones y molduras. De todos modos, no solía ir por allí a admirar la arquitectura del barrio, eso era algo que dejaba para Marilia. Yo prefería curiosear las coquetas tiendas que abundaban por la zona.

—En definitiva, necesitaríamos un completo rediseño de la imagen de la empresa, así como del packaging, catálogos y folletos. También propuestas para la estrategia de marketing digital, merchandising, publicidad en prensa especializada, etc. —resumí tras casi una hora de conversación.

—Dennos unos días, les enviaremos un presupuesto pormenorizado —me indicó el director, y comenzó a recoger diversos papeles, fotografías y muestras.

Se disculpó, abrió una puerta de la sala de reuniones y vi cómo colocaba todo sobre la mesa de oficina de una mujer rubia. Tras depositar los papeles y demás, se agachó junto a ella para decirle algo a la oreja, al mismo tiempo que rodeaba con el brazo su cintura.

—¡Qué bonito que su mujer sea también su socia! Compañeros de vida y de trabajo. Me encanta —comenté con arrobo a su vuelta.

—¿Cómo? —Parpadeó varias veces y en un gesto rápido, tal vez inconsciente, colocó la mano derecha sobre la izquierda, cubriendo el anillo de casado—. No, no es mi mujer.

—¡Ah! Disculpe, me he equivocado, olvídelo, por favor —dije con una amplia sonrisa—. Respecto al asunto que nos ocupa —continué—, estoy convencida de que llegaremos a un acuerdo. Y seguro que será muy beneficioso para ambas partes.

Hice una pequeña pausa para coger aliento.

—Mi marido es el presidente de la asociación de pequeñas y medianas empresas de Toledo. Viene de una familia de larga tradición empresarial, extraordinariamente conservadora, la verdad —exageré un poco, aunque, pensando en mis benditos suegros, tampoco me alejaba tanto de la realidad—. Y, bueno, como es un círculo bastante cerrado todos se conocen: si no son parientes son amigos.

El director me miró levantando una ceja, imaginé que se preguntaba a qué venía que alardease de la posición de mi marido.

—Quiero decir, en definitiva, que si hacen una buena labor van a despertar el interés de otros empresarios de la zona, que podrían acabar convirtiéndose en clientes. Solo me preocupa que puedan dar respuesta inmediata, porque veo que son ustedes una empresa pequeña.

Sonrió y agitó la mano para negar que hubiese motivo alguno de preocupación.

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