El último tren a la libertad by Meg Waite Clayton

El último tren a la libertad by Meg Waite Clayton

autor:Meg Waite Clayton [Clayton, Meg Waite]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Histórico
editor: ePubLibre
publicado: 2019-01-01T00:00:00+00:00


EN BUSCA DE PAPÁ

Stephan iba pegado a las paredes húmedas mientras recorría la oscuridad del subsuelo. Llegó a las criptas situadas tras la verja cerrada bajo la catedral de St. Stephen; en algún punto había girado por donde no era. Volvió sobre sus pasos y se dirigió hacia la escuela del Talmud. Se asomó por una alcantarilla, ya estaba más cerca. Continuó hasta otra alcantarilla, se asomó de nuevo y vio las calles más estrechas y los edificios más antiguos y deteriorados del centro viejo de la ciudad, donde estaban el Stadttempel y las oficinas del IKG. Vio la puerta del centro judío, pero había allí dos agentes de las SS vigilando mientras las Juventudes Hitlerianas se burlaban de las mujeres y de los niños, lanzándoles piedras.

Stephan debería ayudar a las madres y a los niños. Lo sabía. Pero esperó a que las SS se marcharan. Les dio varios minutos para asegurarse de que no regresaban, antes de levantar la pesada tapa de la alcantarilla y atravesar corriendo la calle para entrar en las oficinas del IKG.

Una vez dentro, en el vestíbulo de la entrada con suelos de piedra gastada, una larga fila de gente ascendía por la escalera hasta un laberinto de oficinas. En las mesas pegadas a la pared del fondo, había cestas disparejas etiquetadas con A-B, C-D, y así con todo el alfabeto, todas ellas llenas de fichas. Se hizo el silencio entre la multitud cuando la presencia de Stephan se hizo patente. Casi todos los chicos judíos habían sido arrestados junto a sus padres, y además no llevaba kipá.

—Estoy tratando de encontrar a mi padre —dijo.

Lentamente, con cautela, la gente salió de su estatismo. Una organizadora que ayudaba a la gente a rellenar las fichas devolvió su atención a la mujer a la que estaba ayudando, que no podía rellenar ella misma la ficha porque no sabía escribir. Mientras la organizadora escribía, otros le hacían preguntas, pero ella mantenía la atención fija en la mujer analfabeta, quien esperaba encontrar a un ser querido que, como su padre, había desaparecido durante las revueltas.

—Por favor, estamos haciendo todo lo posible —gritó la organizadora por encima del escándalo—. También han vuelto a arrestar a Herr Löwenherz. Aún no sabemos dónde está nadie. Pueden hacer cola aquí si necesitan ayuda, pero sería más fácil para todos nosotros si tomaran una ficha y rellenaran la información de quien haya desaparecido. Nombre. Dirección. Cómo podemos ponernos en contacto con ustedes. Pongan la ficha en la pila con la inicial del apellido de la persona desaparecida. Se lo haremos saber en cuanto sepamos algo.

Nadie abandonó la cola.

Stephan tomó una ficha y, con un lápiz que llevaba en la bolsa —el nuevo lápiz de Walter—, escribió la información de su padre.

Una mujer más joven estaba diciéndole a otra mayor que tenía detrás: «Nos dijo que nos fuéramos a Shanghái y que él iría a buscarnos. Fue lo último que dijo: saca a los niños de Austria. No necesitas visado para ir a Shanghái, puedes ir sin más.



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