El ansia de vagar by Luis Racionero & Alexis Racionero

El ansia de vagar by Luis Racionero & Alexis Racionero

autor:Luis Racionero & Alexis Racionero [Racionero, Luis & Racionero, Alexis]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 2013-01-01T00:00:00+00:00


Acababa de perder a un abuelo que era como un padre para mí y veía cómo mi abuela se apagaba víctima del terrible alzhéimer. Por circunstancias de la vida, me tocó velar de ella y cargar con unas responsabilidades que por edad no me correspondían. Aquellas lecturas fueron un apoyo inestimable y despertaron mi curiosidad por ir a la India. Empezaba a entender qué querían decir los hippies con un cambio de conciencia, al tiempo que los Beatles, mi mito de infancia, resurgían con fuerza. Visioné aquellas imágenes de los Fab Four en Rishikesh, visitando al Maharishi, y quise llegar hasta ahí para comprender la fascinación que habían sentido los hippies. No deseaba ser uno de ellos porque los tiempos cambian, pero sí me interesaba aprender su filosofía. Me lo planteé como una extensión de mi tesis y, gracias a una beca de la Casa Asia, pude ir a rodar un documental llamado Rubbersoul sobre el viaje hippie a la India. Se trataba de una especie de cacería en busca del hippie superviviente. Era 2004, así que la expectativa era hallar hippies envejecidos o neohippies de otras generaciones. Para ello tracé un plan que tuvo muy en cuenta la ruta. Aprendí que los hippies pasaban el invierno en las playas de Goa y el verano en los valles del Himalaya. Entrevisté a viajeros e intelectuales de aquel tiempo para que me dieran las claves y todos ellos coincidieron en que descartara la opción de Goa porque ahí solo iba a encontrar viejos hippies en prisión o jóvenes en busca de fiesta, drogas y diversión. Ante esta perspectiva, decidí ir en busca de los hippies por lugares del norte de la India.

Nuestra ruta empezó en Rishikesh, la capital del yoga que los Beatles hicieron mundialmente famosa después de su estancia allí en 1968. Llegué con mi equipo compuesto por Sergi y Ferran, como cámara y auxiliar de producción, a finales de marzo. La primera impresión al pisar el territorio indio fue dura. Al bajar del avión sentimos la energía de una tierra que parece querer mostrar su carácter milenario con una fuerza telúrica muy potente. Sobre la superficie todo era actividad, bullicio, gente en tránsito y olores que se mezclaban. Queroseno, curry, incienso, alquitrán…

Una atmósfera cargada de humedad tropical nos envolvía mientras un enclenque rickshaw nos llevaba a la estación del norte para coger el tren con destino a Rishikesh. Las calles eran avenidas de lodo y miseria, con alguna que otra vaca pastando entre los escombros. La estación se había convertido en dormitorio de los parias, la clase más baja en la sociedad hindú.

El panorama era desolador, con niños y ancianos durmiendo por los suelos.

Los saddhus, o santones ascetas del hinduismo, habían perdido todo el glamur y orinaban en mitad de la calle. Aquello no tenía nada que ver con la imagen idealizada de una India espiritual, o con el colorismo y vitalidad de un musical de Bollywood.

Las cosas tampoco mejoraron al llegar a Rishikesh. El taxi nos dejó en una calle polvorienta, en mitad de una ciudad nueva, sin ningún tipo de aliciente.



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