El amor y otras mentiras by Mikaella Clements & Onjuli Datta

El amor y otras mentiras by Mikaella Clements & Onjuli Datta

autor:Mikaella Clements & Onjuli Datta [Clements, Mikaella & Datta, Onjuli]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2021-01-01T00:00:00+00:00


13

Fueron indefectiblemente correctos el uno con el otro durante varios días, después de eso.

Compartían la casa como distantes compañeros de piso. Win no se mostraba fría cuando se cruzaba con él, solo ausente, y lo trataba con el mismo civismo reservado con el que trataba a los periodistas.

Leo pasaba la mayor parte del tiempo con Pritha, ya que era el único ser vivo real en la casa con el que podía interactuar. La gata no era precisamente amable. A Leo no le caían mal los gatos, pero esa había decidido odiarlo desde que había interrumpido su siesta y ahora bufaba y erizaba el lomo cada vez que se acercaba a ella. Leo consiguió arrancarle a Win la primera sonrisa sincera una vez que la gata estaba sentada en uno de los taburetes de la cocina. Él pasó a su lado y, al extender la mano para acariciarla, ella giró la cabeza a la velocidad del rayo y le mordió los dedos.

—¡Ay, joder!

—¡Ja!, —exclamó Win, de forma tan inesperada y sincera que Leo se la quedó mirando fijamente. Ella se frotó la nariz—. Es un poco tímida.

—No me digas —replicó él y Win volvió a abandonar la habitación.

Leo se creó una nueva rutina. Salía por las mañanas en coche, con las ventanillas bajadas, para alejar a los paparazis y permitir que Win y Pritha pudieran escabullirse una hora más tarde para acudir a las citas del hospital. A veces Win lo acompañaba y se sentaban en algún restaurante que habían desalojado para ellos, ignorándose mutuamente en favor de sus teléfonos.

Regresaba a casa después de comer y, si Win no había ido con él, lo esperaba delante de la puerta para recibirlo, acurrucarse en su costado y alejarse de él en cuanto cruzaban el umbral. «Gracias», le decía ella a veces. Leo le acariciaba la nuca y se escabullían cada uno a su habitación. Una vez, ella le comentó que Marie había dicho que deberían colgar algo en internet, así que Leo fingió que cocinaba mientras echaba trozos de cebolla en una cazuela de hierro fundido fría. Win lo publicó con el pie de foto: «¿Qué se cuece por ahí, guapo?». Los comentarios se sucedieron, acompañados por un sinfín de emoticonos con ojitos de corazón y etiquetas de #parejasdiez.

Leo pasaba las tardes tirado en el sofá con Pritha, viendo telenovelas indias, programas de cocina o interminables dramas de época de la BBC de los que Pritha se burlaba para ocultar su clara devoción. Esta llevaba unos días quejándose de molestias en la zona lumbar —estaba demasiado débil para hacer ejercicio y le dolían los músculos— y Leo se pasó una tarde entera navegando por tiendas online y leyéndole reseñas en voz alta. Aunque Pritha fruncía los labios y no parecía demasiado convencida, le permitió encargarle una almohada ergonómica. «No está mal», se limitó a decir cuando llegó, pero al cabo de unos días Leo se dio cuenta de que la llevaba de habitación en habitación, para recostarse sobre ella en el sofá o colocársela detrás de la espalda en las sillas de la cocina.



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