El aliento del cuervo by M. J. Fernández

El aliento del cuervo by M. J. Fernández

autor:M. J. Fernández [Fernández, M. J.]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Intriga, Policial
editor: ePubLibre
publicado: 2021-05-15T00:00:00+00:00


Capítulo 29

Después de leer la nota, Cody llamó a la Estación para que enviaran una patrulla con la misión de proteger al hijo de los Rowland y su familia. Como era de esperarse, el nerviosismo de James no le permitió explicarse con claridad. En medio del batiburrillo de palabras que soltó, Josh consiguió comprender un nombre y la palabra venganza.

—Será mejor que conversemos adentro y que se tome unos minutos para tranquilizarse, señor Rowland —sugirió Cody.

James asintió y abrió la marcha hacia el interior de la casa. Un par de minutos después, los tres se encontraban sentados en el salón, y Rowland había conseguido controlarse, a fuerza de respiraciones profundas.

—¿Se siente en condiciones de hablar con nosotros?

James acompañó sus palabras con un asentimiento.

—Sí, por supuesto. Discúlpenme. Es que cuando vi esta nota pensé en mis pobres padres, en mi familia, en lo que podría ocurrir, y yo…

—Lo comprendemos —le dijo Cody—, pero necesitamos que conserve la calma para que nos ayude a identificar a la persona que dejó el anónimo en su buzón. Tengo la impresión de que usted sospecha de alguien en particular.

Rowland asintió, y llenó sus pulmones de aire para hacer acopio de fuerzas.

—No tengo pruebas para acusar a nadie, pero…

—Pero sí tiene idea de quién pudo ser —lo animó Josh.

—Eso me temo —James dejó escapar el aire—. Por desgracia, un revés en mi trabajo me hizo perder una amistad…

—¿Podría ser más específico?

—De acuerdo, supongo que ya saben que soy bróker. Hace un par de meses le ofrecí un paquete de inversiones a un viejo amigo del instituto y… bien, las cosas no salieron como esperaba.

—¿Su amigo perdió dinero? —preguntó Bradbury.

Rowland asintió.

—Eso me temo.

—¿Cuánto?

—Cien mil dólares.

—Y no se lo tomó bien, por supuesto.

James bajó la cabeza y la sacudió.

—No pude hacerle comprender que este negocio es así. Algunas veces se gana y otras se pierde. Cuando invirtió, él asumió que tendría grandes ganancias en poco tiempo. No estaba preparado para perder.

—¿Cuál es el nombre de su amigo? —preguntó Cody, listo para tomar nota.

—Brian Doyle.

Josh se inclinó hacia adelante.

—Si no me equivoco, esta es una situación que es habitual en un trabajo como el suyo. ¿Por qué pensó en el señor Doyle cuando encontró la nota?

James se removió en el asiento.

—Brian hizo la inversión en agosto. Hace pocas semanas me pidió el reembolso de veinticinco mil dólares, porque pasaba por una crisis y los necesitaba para su negocio. Como les digo, las inversiones fueron mal, y yo esperaba que las acciones subieran para hablar con él…

—Espere —lo cortó Cody—. ¿Nos está diciendo que no le informó a su amigo acerca de la evolución del mercado?

—Yo le prometí que ganaría mucho dinero. No quería presentarme ante él con la noticia de que había perdido casi todo su capital.

Josh comprendió por qué Rowland estaba tan asustado.

—¿No cree que cuando comenzó a perder, el señor Doyle era quién debía decidir si continuaba arriesgando su dinero o no?

James palideció.

—Este negocio es así, detective. El mercado puede subir o bajar. Algunas veces, después de



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