Eclipse by Erin Hunter

autor:Erin Hunter [Hunter, Erin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Juvenil
editor: ePubLibre
publicado: 2018-12-31T16:00:00+00:00

* * *

El joven aprendiz de curandero durmió hasta bien entrada la mañana. Cuando por fin salió al claro, con la mente aún embotada por el sueño, el sol le calentó el lomo. El montón de la carne fresca olía deliciosamente, y como tenía hambre por haber trabajado durante la noche, sacó un ratón de la pila y empezó a comérselo.

—¡He oído que has asistido a tu primer parto! —Carrasquera corrió a su lado y restregó la mejilla contra su hocico—. Ojalá hubiera estado allí.

—Ha sido genial —maulló él sin dejar de comer.

Látigo Gris salió de la maternidad y cruzó el claro. La felicidad que desprendía calentaba más que el sol.

—¡Felicidades, Látigo Gris! —exclamó Rabo Largo.

Carboncilla dejó de limpiarse cuando el guerrero pasó por delante de la guarida de los aprendices.

—¿Mili se encuentra bien? —quiso saber.

—Está perfecta —respondió él—. Y los cachorros, también.

—¡Estoy deseando verlos! —Albina daba saltos alrededor del claro.

—¡Yo ya los he visto! —Fanfarroneó Tordillo—. Pequeño Abejorro jugará conmigo cuando crezca un poquito más.

—¡La verdad es que son monísimos! —añadió Rosina—. Sobre todo Floreta. ¡Es tan chiquitina…!

Glayino oyó que Látigo Gris rebuscaba en el montón de la carne fresca.

—¡Mili estará hambrienta! —exclamó Musaraña desde la guarida de los veteranos.

—Y se va a comer la mejor presa que pueda encontrarle —declaró el guerrero gris.

Acedera amasó el suelo.

—¿Cómo son los cachorros?

—Gabardilla es de color marrón oscuro —le respondió Látigo Gris—, Floreta es tricolor con manchas blancas y Pequeño Abejorro es gris con rayas negras.

Manto Polvoroso estaba aseándose junto a la roca partida.

—Por lo menos ellos tendrán nombres de guerreros como es debido —masculló.

Era evidente que no se había olvidado de la negativa de Mili a cambiar de nombre.

Látigo Gris no le hizo caso. Siguió buscando entre las piezas de carne hasta que Estrella de Fuego bajó de la Cornisa Alta.

—Has elegido unos nombres de clan muy bonitos.

El líder del Clan del Trueno sonaba emocionado por su viejo amigo, pero Glayino detectó cierta tristeza en sus palabras; una tristeza que se extendía entre ambos guerreros igual que una telaraña, como si estuvieran compartiendo un recuerdo lleno de dolor. ¿Tendría algo que ver con la atigrada plateada que Glayino había visto en los pensamientos de Látigo Gris?

—¡A Floreta deberíais haberla llamado «Chillona», porque lo único que hace es chillar! —Maulló Tordillo.

—¡No seas malo! —protestó Rosina, indignada.

A continuación, los dos hermanos empezaron a rodar por el suelo, enzarzados en una pelea.

—¡Vosotros dos, parad! —La voz seria de Zancudo resonó en la hondonada mientras separaba a sus hijos.

—Solo estamos jugando —se quejó Tordillo.

—¡Bueno, pues jugad a algo más silencioso! —Maulló el guerrero—. No te envidio, Látigo Gris. Tener dos cachorros ya es bastante duro…

Tordillo se lanzó sobre él, y Zancudo soltó un grito de dolor.

—¡Eh, cuando decía que jugarais a otra cosa, no me refería a que me mordieras la cola!

La barrera de espinos se sacudió. Glayino engulló el último bocado de su ratón y saboreó el aire. Zarzoso, Cenizo y Leonino estaban entrando en el campamento. Se dirigieron al montón de la carne fresca, donde dejaron las presas que habían cazado.

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