Dove by Robin Lee Graham

Dove by Robin Lee Graham

autor:Robin Lee Graham [Lee Graham, Robin]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Viajes
editor: ePubLibre
publicado: 1972-01-01T00:00:00+00:00


7

Tambores y boda

¿Qué se puede esperar de África? Hollywood había fijado imágenes en mi mente de selvas impenetrables y de leones bajo la cama, de indígenas bailando alrededor de grandes ollas de hierro, de ríos infestados de cocodrilos, y de puestos avanzados con misiones dirigidas por hombres con cascos contra el sol.

La primera sorpresa la tuve el 21 de octubre cuando llegué a Durban. No había esperado que la ciudad tuviera una silueta como la de San Francisco; y además todo aquel que no haya estado en África no puede comprender que África tiene su propio latido, una especie de ritmo que no se oye; pero que se percibe.

Más allá de las ciudades de altos edificios, donde las carreteras pavimentadas terminan en sendas de tierra rojiza y las enormes panorámicas del veld, el latir parece venir de muy profundo de la tierra. En África uno tiene la sensación de que está viendo el planeta Tierra antes de que el hombre empezara a arrasar la naturaleza.

Había de pasar nueve meses en África del Sur y estuve tentado de quedarme allí hasta que el sol blanqueara mis huesos. Fue una temporada fantástica.

Penetré en el gran puerto de Durban y al aproximarme al muelle del Royal Natal Yacht Club una figura que había en él me saludó agitando los brazos y gritando. Yo no le presté mucha atención hasta que oí mi nombre. Era Mac McLaren, que había trabajado conmigo en la central térmica de Darwin. Mac se arrojó al agua y fue nadando hasta el Dove. Cuando lo subí a bordo me dijo que había estado vigilante, esperando la llegada del Dove junto con Patti. Jadeante me explicó que Patti, poco después de llegar, leyó en el periódico que el Dove se había hundido, a pesar de lo cual me esperaba en uno de los yates oceánicos que había en el puerto.

Después de pasar la Aduana, Mac me llevó al yate donde estaba Patti y allí, en la cabina, pude estrecharla en mis brazos de nuevo.

Ninguno de los dos habíamos hablado nunca de matrimonio. La vida nos había parecido demasiado insegura para ligarnos con lazos legales. Los dos éramos muy precavidos ante el matrimonio, además, porque conocíamos a muchos parientes y amigos de nuestros padres que estaban casados y cuyos matrimonios se habían deshecho. Conocíamos parejas de casados que se llevaban como el perro y el gato. Además, según el calendario, que no por la experiencia, éramos muy jóvenes.

Para ambos era maravilloso poder estar juntos siempre que podíamos. Esto era todo lo que pedíamos. Una boda y una fiesta de esponsales en un club de campo, un automóvil de luna de miel cubierto de serpentinas y arrastrando latas vacías no nos iba a unir más de lo que estábamos.

Pero al reunimos en Durban, una nueva idea me pasó por el pensamiento. Yo ansiaba dar a Patti una prueba de que ella significaba para mí mucho más que la compañera de un marino. Quería mostrarle que yo creía que llegaría un día en que no podríamos ser separados por un viento favorable y la necesidad de arribar a otro puerto.



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