Donde todo brilla by Alice Kellen

Donde todo brilla by Alice Kellen

autor:Alice Kellen [Kellen, Alice]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico
editor: ePubLibre
publicado: 2023-03-23T00:00:00+00:00


NICKI, DÍA TRES

(Lo que rompimos)

Las sábanas olían a River.

Eso fue lo primero que pensé cuando desperté. Me gustaba que siguiese usando Boss Bottled porque guardaba el recuerdo de ver el frasco de colonia en su escritorio, junto a docenas de discos de música apilados formando pequeñas torres.

¿Cuántas veces había fantaseado con inclinarme hacia su cuello, rozarle la piel con la punta de la nariz y olerlo? Había contemplado a conciencia los huesos de la clavícula, y la nuez de su garganta, y el arco entre la nuca y su espalda.

Pero siempre desde una distancia insalvable.

Tumbada en la cama, me llevé los dedos a los labios como si allí pudiese encontrar algún rastro de la noche anterior para cerciorarme de que había ocurrido. Recordé que cuando era una niña imaginaba que salía de mí misma y flotaba como uno de los fantasmas de Dickens; entonces pintaba sobre lo que estuviese ocurriendo con mis propias manos, y la realidad y la inventiva se entremezclaban.

Así me sentía esa mañana al pensar en River.

Cerré los ojos, respiré hondo y me obligué a levantarme. Descalza, di un paso tras otro. Tenía un nudo en la garganta porque sabía que, sobre el papel, lo que habíamos compartido era el final de algo y el comienzo de otra cosa que aún desconocíamos.

Y temía no volver a besarlo tanto como hacerlo de nuevo.

Oí ruidos que provenían de la cocina y me acerqué.

River estaba apoyado en la encimera con una taza de café en las manos. Miraba por la ventana con aire distraído y yo intenté retener esa imagen para poder volver a ella cuando lo echase de menos. Había algo dolorosamente familiar en su manera de respirar, porque siempre parecía querer coger demasiado aire, y también en su firmeza al sostener la pequeña taza con las dos manos. Yo pensé que se debía a lo mucho que Isabelle había insistido en aquella idea cuando era pequeño: «River, no cojas el vaso con una sola mano, que se te va a caer». Y me fascinó haber guardado tantas nimiedades en el desván de la memoria.

Suspiré y él se giró al oírme.

Sus ojos me atravesaron.

—Buenos días —dije, y luego carraspeé para aclararme la garganta y aparté la mirada cuando el corazón empezó a latirme con fuerza—. ¿Llevas mucho despierto?

Podría haberle preguntado un millón de cosas: «¿Lo que dijiste anoche sobre desearme más que a nada en el mundo era verdad?» o «¿Desde cuándo piensas en mí de esa forma?» o «¿Fue un momento de enajenación mental y te has arrepentido?».

Pero solo dije aquello.

—Sí. No he podido dormir demasiado.

Contuve el aliento al pasar por su lado. Cogí una taza y la llené de café.

—¿La cama te parece incómoda?

—Nicki… —Resulta curioso que el tono al pronunciar un nombre propio pueda significar tantas cosas. En su voz había una especie de ruego velado. Y también impaciencia. Se acercó hasta mí. No me tocó. Quise que me tocase.

—Siento que hayas dormido mal…

—No lo sientas. —Se inclinó para susurrarme al oído—. He estado bastante entretenido recreando la manera en la que gemías cuando…

—¡River! —Me sonrojé.



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