Dioses del norte (Miscelánea 1) by Howard_ Robert E

Dioses del norte (Miscelánea 1) by Howard_ Robert E

autor:Howard_ Robert E.
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Aventuras
editor: papyrefb2tdk6czd.onion
publicado: 1926-06-01T21:00:00+00:00


LA MALDICIÓN DE LA CODICIA

Hace muchos años yo era un hombre feliz y rico, un ciudadano honrado y respetado, un buen cristiano, un marido orgulloso de su familia. Hoy soy un criminal, un hombre arruinado que ha perdido todo lo que amaba en esta vida. He recogido lo que sembré y la culpa es totalmente mía y, en mi ceguera voluntaria, arrastré en mi caída a otros seres que eran para mí más importantes que la vida misma.

Contaré toda mi historia para que pueda servir de ejemplo a otros. Espero que obtengan una enseñanza de mis defectos. Si consigo salvar aunque sea a un único hombre o a una mujer de los abismos de la depravación, estaré contento.

Yo era un próspero comerciante al por mayor en Dalville, una ciudad situada en las orillas del lago Michigan. Mi negocio, aunque modesto en comparación con las grandes empresas de mercaderías al por mayor, me reportaba beneficios y yo era su único propietario. Lo había ampliado a partir de una minúscula tienda y me sentía orgulloso de mi éxito. ¡Ay, demasiado orgulloso! Poseía un fábrica de conservas y una de embotellado, y la cifra de negocio para las mercancías exportadas era notablemente elevada vistas las circunstancias.

Fue entonces cuando cometí mi mayor error. Consagraba demasiado tiempo a amasar dinero; me olvidada de los valores más nobles y elevados de la vida. Yo tenía una mujer entregada y dos hijos maravillosos... un chico y una chica. En el momento en que empieza mi historia, Jack tenía veinte años y Joan dieciocho. Les amaba sin ambages y anticipaba para los dos prestigiosas carreras, pero sumido en los proyectos de su bienestar material tenía tendencia a olvidarme del aspecto espiritual, o eso me temo. Su madre hacía alusión a ello, pero yo me contentaba con sonreír. También sonreía cuando me aconsejaba que no me dedicase únicamente a los negocios y a las cuestiones relacionadas con el dinero, al punto de olvidar las cosas más puras y hermosas de la vida. No comprendía lo que me quería decir. Yo era uno de los pilares de la comunidad religiosa de Dalville, en la medida que eso implicaba consideración económica, porque efectuaba importantes donativos para todas las obras de caridad, y yo mismo iba a la iglesia ocasionalmente.

Pero, ¡ay!, cometí el error que muchos hombres cometen continuamente; no comprendía que dar dinero no bastaba. Cuando tendría que haber estado de rodillas pidiéndole a mi Creador que me hiciera humilde y contrito, yo daba cien dólares o más para la construcción de un anexo o una nueva sala para la escuela dominical, y así consideraba que ya había cumplido con mis deberes cristianos. ¡Ay, tres veces ay! ¡Ojalá y Dios, en Su infinita bondad y Su justicia misericordiosa pueda perdonarme! Dar dinero estaba muy bien, pero yo no entregaba mi alma, ni siquiera pensaba que la entregaba. ¡Oh, amigos míos, que mi triste ejemplo os sirva de advertencia! ¡No es dando gemas, oro o billetes de banco como serviréis a Dios,



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