Diarios by Alejandra Pizarnik

Diarios by Alejandra Pizarnik

autor:Alejandra Pizarnik [Pizarnik, Alejandra]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Crónica, Memorias
editor: ePubLibre
publicado: 2003-01-01T05:00:00+00:00


Martes, 4 de diciembre

De nuevo. Saberlo de nuevo. Saber de nuevo que es preciso aprender a vivir sin amor. Cada vez que me lo hacen saber me asombro. Y es lo primero que supiste. Lo sabes desde que cumpliste un minuto de vida.

Pero cómo hacen los demás para vivir sin esta exigencia de un amor absoluto. Por eso me intereso en las vidas ajenas. Aprender qué es lo que les permite vivir sin amor —y cualquier amor que no sea como yo lo entiendo no es amor—. Y nadie o casi nadie es amado de la manera en que yo lo deseo —exceptuando algunos perros y algunos libros en edición para bibliófilos.

Si no vas nunca a verle, creerás cumplir un acto excepcional. Sin reconocer que ni siquiera se dará cuenta de tu ausencia. Esto me enciende y me llena de ganas de asesinar. En verdad, sólo se dará cuenta de que tú existes si le hablas con un revólver en la mano. (Que quisieras tener ahora para ciertos autoatentados y ciertas autodesapariciones.) No doy un centavo por mi vida. Pensar que hay tantos agonizantes que quisieran saltar de la cama y ponerse a bailar. Ofrezco canje, señores.

La mano toma el vaso. Lo lleva a la boca. La boca traga agua. Hay bocas que tragan fuego. Otras, aire. Otras —muy pocas a causa de los prejuicios que aún sobrenadan— semen. El agua apaga. El fuego y el semen encienden. A veces se traga vino. Ello apaga y enciende. Pero el ruido de dos autos chocando agudiza el presentimiento de la muerte. Habrá tres o cuatro cadáveres, algunos intestinos en carnicera exhibición, un dedo allí, otro falo aquí. Lo llaman accidente. También se tose. Se escupe. No sangre. La sangre es más avara de lo que se cree cuando se trata de toser. Tos prolongada por estertores y náuseas. No es un sonido desagradable. Pero es el de un hueso rompiéndose. Más desagradable es el dolor del útero, por ejemplo, a causa del temor a constatar su existencia haciendo uso del dedo índice. El dedo, allí, parece prolongarse, exactamente como un falo. Tocar lo húmedo blanco que duele agudamente no es alentador sino todo lo contrario. Es allí en donde el famoso verso de Esteban [sic] Mallarmé y su famoso hélas final cobra su sentido más hondo y oculto. De allí que una mujer sin útero sea, a veces, más feliz que un hombre sin falo. Porque si el falo duele se lo puede vendar como a un dedo y se puede afirmar que un falo vendado no es una desgracia. También son desagradables la comezón y el prurito anal. Lejos de la ninfomanía, la comezón y el prurito anal sugieren insectos al que las padece. Sería necesario poseer más de cien dedos para que el afligido por este mal halle calma y vuelva a sus cabales. Ni un pianista virtuoso surte satisfactoriamente las exigencias de su cuerpo si sólo posee diez dedos —los de los pies no son tenidos en cuenta



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